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MEDELLÍN ES UN MANGO BICHE

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08 de octubre de 2014
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Medellín huele a mango por estos días. En todas partes hay cosecha. Los ladrones de mangos, entre los que me cuento, estamos de plácemes, al acecho.

Pero como la calle se hizo para el hombre y el mango está en la calle, no hablemos de ladrones. Cogemos lo nuestro.

Desde siempre el mango ha sido mi fruta preferida. Por prohibida. Nos importaba poco que tuviera vitaminas A, B1, B2 y C.

Sospecho que si la serpiente, en lugar de ofrecerle manzanas a Eva, la hubiera tentado con mangos, el primer churro habría estrenado más rápido la hoja de parra.

Por lo pronto, los mangos de Medellín están verdes. Quisiéramos pegarles un empujoncito para que maduren, o envolverlos en el periódico, como si fueran aguacates.

Lo primero que hago cuando tengo uno en la mano es olerlo. La nostalgia entra por la nariz.

Para miles, el mango es el equivalente al olor de la guayaba para García Márquez, o a la magdalena, para Proust. (Una zurda feliz, Marcela Sierra, las prepara en La petite Madeleine del barrio Manila, según el semanario www.vivirenelpoblado.com, un periódico bien pensado).

Y como estas líneas están en modo mango, aprovecho para discrepar de Ana Cristina Restrepo en relación con existencia de la fruta en tiempos del Libertador.

En una crónica apetitosa como "la fruta del cielo" que publicó en www.universocentro.com que tiene el encanto de lo gratuito y bien hecho, AC duda de que el Libertador Bolívar hubiera comido mangos.

Recuerda que en el manuscrito de su novela "El general en su laberinto", García Márquez puso a comer esa tentación al caraqueño. Pero el historiador Vinicio Romero le aseguró al Nobel que en esa época no se conocía el mango. Y Bolívar dejó de comerlos.

Otro historiador de dos pesos -quien escribe estas líneas-, averiguó que el mango ya había llegado cuando Bolívar estaba empeñado en sacar a los españoles.

Escrito está en el libro de un sueco que nos visitó en 1826. En sus crónicas figura el mango con sus cinco letras entre las frutas que lo impactaron.

(Hace tiempos le pillé otro lapsus a García Márquez, pues en sus memorias se atreve a decir que los mejores aguacates de Colombia se dan en la costa Caribe. Falso positivo: nacen, crecen, se reproducen y se exportan desde Montebello, mi terruño).

Entrado en gastos, sin confirmar sí lo digo: cuando el cubanísimo Bola de Nieve afirmó que tenía voz de vendedor de mangos, se refería a los montebellenses. Con esa voz cantaba "La vie en rose", mejor que Edith Piaff. Lo reconoció ella.

Y ya para despedirme, pena me da con los sopetraneños de ley como Gustavo Bustamante Morato, pero ni las 34 variedades de mangos que se producen en su municipio, saben tan rico como un solo mango de Montebello.

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