El vestido era blanco, de larga cola. Montó una guardia de niños a lado y lado, para que le despejaran el camino. Les dirigió unas palabras sobre la obra y les robó unos aplausos infantiles. Y comenzó a andar.
Hombre con dolores dijo que se llamaba su apuesta artística y Alfonso Suárez señaló que era su nombre.
Él fue el invitado principal en el Cuarto Festival de Performance Cuerpo Belleza y Sociedad, que durante las tardes de sábado y domingo, tiñó con un poco de sorpresa artística las calles de Moravia.
Una mezcla religiosa y artística, donde Suárez deja en claro el viacrucis de quienes eligen el camino de las artes.
La referencia a Cristo la hacen los niños del barrio. "Usted es el Señor", le dice uno, y le choca la mano.
Y a su paso, que aglomera gente, entre curiosa y burletera, siempre asoma la pregunta: ¿Y eso qué es?
Alfonso, sin embargo, dice que no le pidan explicar su obra, "que mi cuerpo es idiomas".
Minutos antes, bajando por la ribera de La Bermejala, Milena Gutiérrez pasó regalando amor, vestida de corazón y con sabor a caramelo. "Amor gratis", decía, mientras ponía en la mano de cada transeúnte un dulce.
Y ahí, frente a la casa marcada con la placa 54 C 23, interior 102, de donde salían y salían performistas, se instaló un campo de granadillas. La obra, sin título, es creación de Evelyn Loaiza.
"Yo no le veo gracia", dijo ante la obra Cristina López, habitante de Moravia, extrañada por los personajes y el movimiento que veía en las calles.
"Es una actuación de granadillas", explicó un niño en bicicleta. Ni lo uno, ni lo otro... y al verse, como diría Cortázar.
"Lo mágico de esto es que yo tengo una idea, pero la lectura que hace quien lo ve, es otra", opinó Gustavo Escobar, quien con par de aviones de lata en su espalda esperaba el momento para realizar su performance, en el que habla de la guerra como un divertimiento diario en este país llamado Colombia.
"Ese es nuestro juego de cada día", agregó.
Exijo una explicación
"¿Parce, y entonces?", le preguntó Wilson a Tomás al paso de Alfonso Suárez.
El performance, explicó Escobar, no es ni teatro, ni mimo y lo define el pensamiento.
"Es antiguo, casi mítico", señaló la performista Alejandra Muñoz, quien trajo a este barrio, desde Bogotá, su Nido.
Riñe la Academia de la Lengua con la palabra, pero es difícil aceptar cambiarla por interpretación o actuación, pues no es un papel o un rol simplemente. Sí, es una muestra escénica, en todo caso, que juega con la provocación o el asombro. O quizá, simplemente, lograr que el mundo se vea como un lugar diferente.
Como lo fue ayer Moravia, donde colgaron granadillas del cielo, se paseó un hombre vestido de blanco, otro se ocultó bajo una bandera de Colombia, otro más se paseó con aviones por el barrio y en el Centro Cultural crearon un solo espejo fragmentado.
Ayer Moravia vivió el arte en sus calles... o al menos, lo vio pasar.
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