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Más allá del perreo: tres bares que reinventan la noche en Medellín

En Medellín, ahora las discotecas no son las únicas protagonistas de la vida nocturna. Hay nuevas propuestas de bares que desde la música, el diseño y los cócteles ofrecen experiencias que van más allá del reguetón.

  • Este es Bar de Nadie, lugar especializado en frutas colombianas . FOTO Esneyder Gutiérrez
    Este es Bar de Nadie, lugar especializado en frutas colombianas . FOTO Esneyder Gutiérrez
  • Esta es La Casa de Ruby, el primer speakeasy de Medellín. Ubicado en la Calle 10, este bar abre todos los días de la semana a partir de las 6 p.m. y para entrar se necesita una contraseña. FOTO Esneyder Gutiérrez
    Esta es La Casa de Ruby, el primer speakeasy de Medellín. Ubicado en la Calle 10, este bar abre todos los días de la semana a partir de las 6 p.m. y para entrar se necesita una contraseña. FOTO Esneyder Gutiérrez
  • Konbini se esconde detrás de una tienda y mezcla el estilo japonés y neoyorquino de los años setenta y ochenta. Allí puede escuchar funk y disco. FOTO Esneyder Gutiérrez
    Konbini se esconde detrás de una tienda y mezcla el estilo japonés y neoyorquino de los años setenta y ochenta. Allí puede escuchar funk y disco. FOTO Esneyder Gutiérrez
  • Este es Otra Parte, realizado con vodka y macerado de frutos rojos y que hace parte de la carta de cócteles de Bar de Nadie, lugar especializado en frutas colombianas . FOTO Esneyder Gutiérrez
    Este es Otra Parte, realizado con vodka y macerado de frutos rojos y que hace parte de la carta de cócteles de Bar de Nadie, lugar especializado en frutas colombianas . FOTO Esneyder Gutiérrez
hace 4 horas
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Le propongo un ejercicio. Tome su celular y, si tiene TikTok o Instagram, le invito a buscar la siguiente pregunta: ¿Cómo es la rumba en Medellín? Como yo también lo hice, sé que, a modo de respuesta, aparecerán guías o rankings que le muestran cuáles son las mejores opciones de la vida nocturna de la ciudad. Y aunque las conclusiones que uno puede sacar son varias, la principal –sospecho que ya usted la intuía en el momento en que estaba tecleando en el buscador– es clara.

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El reguetón, como en otros espacios, ha dominado la rumba y se ha convertido en una insignia de la industria del entretenimiento local. Su fuerza ha sido tanta que es usual escuchar a un extranjero decir que, entre los varios motivos para visitar Medellín, está el ir a una discoteca del Poblado para ver con sus propios ojos cómo se baila el género urbano en la ciudad que, desde hace unos años, ha saltado a la fama por este ritmo. Por ejemplo, hace unos días caminaba por Manila con Pamela, una mujer chilena pero radicada en Europa por más de tres décadas, mientras le explicaba cómo estaba dividido el Poblado. Cuando comencé a contarle sobre Provenza y el Parque Lleras, inmediatamente me dijo: “Eso ya lo sé. Todo lo he aprendido en las canciones de Karol G”.

El punto es que, a pesar de que el “perreo” domine los parches nocturnos de locales y extranjeros, hay otras opciones que van más allá de lo tradicional. Prometen nuevas experiencias, con otros géneros musicales, diseños curados de manera detallada y cócteles que rinden homenaje a los clásicos, a sabores de otros países y, por supuesto, a ingredientes insignia de la gastronomía colombiana.

La Casa de Ruby

A la medianoche del 17 de enero de 1920, en Estados Unidos comenzó a operar la Decimoctava Enmienda, la cual prohibía la fabricación, venta y transporte de bebidas alcohólicas. Esta decisión, que implicó un giro drástico en la vida nocturna de los norteamericanos, fue producto de casi un siglo de protestas lideradas por el Movimiento por la Templanza, el cual hacía un llamado a la abstención, calificando el alcohol como “el demonio” e incluso comparándolo con un mal tan grande como la esclavitud, la cual había sido abolida recientemente, en 1865.

Con la Prohibición –como es conocida esa época de la historia, que se extendió hasta 1933–, uno de los principales objetivos era que desaparecieran los bares, pero lo que pasó fue que estos se transformaron. Así nacieron los speakeasy, bares clandestinos donde hombres y mujeres se reunían en salones elegantes a tomar alcohol ilegal mientras disfrutaban de las bandas de jazz, uno de los géneros más populares de esa época. Para poder ingresar a estos sitios, la condición era conocer la clave secreta que se pedía en la entrada, lo cual evitaba que la policía cerrara el bar.

En la Calle 10, a la altura de Provenza, está Taiyaki, una heladería japonesa que, detrás de una de sus neveras llenas de tarros de helado esconde un secreto. Susurrando la contraseña se abre una puerta que conduce a La Casa de Ruby, el primer speakeasy de Medellín. Este lugar fue creado en 2023 porque “sentíamos que habían muchas discotecas y restaurantes, pero no existía un lugar así, íntimo, con jazz y salsa que puedas visitar con tu familia, pareja o amigos”, explica Sadi, su director creativo.

Esta es La Casa de Ruby, el primer speakeasy de Medellín. Ubicado en la Calle 10, este bar abre todos los días de la semana a partir de las 6 p.m. y para entrar se necesita una contraseña. FOTO Esneyder Gutiérrez
Esta es La Casa de Ruby, el primer speakeasy de Medellín. Ubicado en la Calle 10, este bar abre todos los días de la semana a partir de las 6 p.m. y para entrar se necesita una contraseña. FOTO Esneyder Gutiérrez

Entrar a La Casa es como un viaje en el tiempo. Es imposible no sentirse en los años veinte en medio de ese lugar con sillones de cuero, luces bajas y cortinas que dividen cada uno de los espacios. La barra no es la excepción: con fotografías, libros y botellas, este es un lugar en el que uno se imagina que, hace cien años, se pudo haber sentado F. Scott Fitzgerald o Greta Garbo.

Allí, los miércoles y sábados se escucha salsa y son cubano, mientras que el resto de la semana los asistentes pueden conversar y beber al ritmo del jazz, el cual suena en vivo todos los viernes.

Además de la inspiración en esa época, Sadi explica que detrás del nombre del speakeasy también hay un concepto. Ruby, un personaje ficticio, vendría siendo la dueña del bar, en el que siempre recibe a mineros encantados con sus tragos. Esta historia es un juego con los nombres de piedras preciosas, las cuales le dan nombre a los cócteles de la carta, que son los verdaderos protagonistas del espacio.

Cuando nació, otro de los objetivos de La Casa era ofrecer una experiencia de coctelería de alto nivel, y por eso su director creativo asegura, sin temor alguno, que quien los visite podrá probar uno de los mejores Espresso Martini de la ciudad. Aparte de esta bebida preparada con café expreso, licor de café y vodka, Sadi dice que el Negroni y el Old Fashioned están entre lo más destacado de su carta, que se distingue por sus preparaciones de los clásicos.

La Casa de Ruby abre todos los días a partir de las 6 de la tarde. Para conocer el código secreto, escriba por Instagram a @lacasaderuby.

Konbini

Al lado de la heladería que también es la puerta de La Casa de Ruby, está una tienda pequeña que, si uno va caminando con afán, puede incluso pasar desapercibida. En ese local, que es más bien un pasillo angosto donde todo parece organizado para que el amarillo y el naranjado inunden la mirada, las paredes están llenas de repisas cargadas de mecato, recordando a la tienda del barrio. Pero si uno observa mejor, producto por producto, se da cuenta de que algunos de ellos no son esos paquetes que uno consigue en cualquier parte: las papitas están mezcladas con envoltorios en un idioma incomprensible, con empaques que explican qué hay adentro en un japonés que nada se parece al nuestro.

Al igual que en su vecino, si uno le dice la contraseña a la cajera, ella inmediatamente abrirá una puerta que conduce a un universo japonés llamado Konbini. Este bar, también con un concepto speakeasy, nació hace un año como la tarea de continuar trayendo a Medellín experiencias únicas, que raramente puedan encontrarse en otros lugares del mundo, cuenta Sadi. “Es un lugar, un bar, con un concepto japonés-colombiano. Combina ingredientes de ambos países y tiene un toque de disco y anime. Literalmente, conecta con tu niño interior, es una mezcla supertop. La música es buenísima, perfecta para la nostalgia”, explica.

Konbini se esconde detrás de una tienda y mezcla el estilo japonés y neoyorquino de los años setenta y ochenta. Allí puede escuchar funk y disco. FOTO Esneyder Gutiérrez
Konbini se esconde detrás de una tienda y mezcla el estilo japonés y neoyorquino de los años setenta y ochenta. Allí puede escuchar funk y disco. FOTO Esneyder Gutiérrez

En japonés, konbini es la palabra que se usa para hablar de las tiendas de conveniencia, que en Colombia serían el equivalente a las tiendas de barrio: lugares donde gira la vida diaria y en los que se pueden encontrar alimentos, productos de higiene y, en el caso del país asiático, cajeros disponibles las 24 horas del día. Eso explica la entrada a este bar iluminado por luces de neón, con ilustraciones al estilo anime en sus paredes y con disco y funk sonando en los parlantes.

La esencia de este lugar es una combinación entre el Nueva York de los ochenta y la estética japonesa del anime. Es como si Studio 54 –el famoso club nocturno de disco al que asistían celebridades de la época como Andy Warhol, Donna Summer y Mick Jagger– hubiese tenido una sede en Japón.

Pero en los cócteles, que –al igual que en La Casa– también son el centro de la experiencia, la fusión es entre lo colombiano y lo asiático. Ingredientes como yuzu, sake y matcha se mezclan con cítricos, hierbas y bebidas autóctonas colombianas. La idea es que Konbini sea un lugar para tomar y conversar, pero también para bailar, si así lo quiere usted.

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Sadi asegura que espacios como La Casa y este son importantes porque lugares con reguetón y electrónica ya hay muchos. “Es para que todos puedan disfrutar. No está pensado solo para una edad específica [...] Es un sitio en el que tu mamá, hasta tus amigas, pueden pasarla bien. Lugares que despiertan la nostalgia de épocas pasadas”, concluye.

Konbini abre todos los días desde las 7 de la noche. Para conocer la clave puede escribir en Instagram a @konbini.

Bar de Nadie

En Provenza, en la misma calle de Perro Negro y el Callejón del Gato, está Bar de Nadie, el único bar de frutas de Medellín. Después de subir las escaleras que conducen a este lugar, ubicado en un cuarto piso, uno se encuentra con paredes que recuerdan a la tienda de un herbolario, aquel que se encarga de preparar medicinas a base de plantas tradicionales. En las estanterías, además de plantas, también hay libros de botánica y de cocina colombiana, pero lo que realmente atrae la atención son los enormes frascos con figuras y bebidas que, a simple vista, son difíciles de distinguir.

Juan Santiago Gallego, chef, investigador y amante de la Amazonía colombiana, explica que lo que está allí son las frutas que, meses más tarde, los clientes probarán en sus cócteles. Lo primero que hacen es implementar una técnica llamada new washed, en la que se utiliza leche para macerar las frutas, que, según su tipo, pueden tardar de uno a seis meses. “Después de ese tiempo, cuando todo el sabor se haya extraído, empezamos a hacer los brebajes, es decir, la mezcla de ingredientes para el cóctel”, precisa Juan.

Este es Otra Parte, realizado con vodka y macerado de frutos rojos y que hace parte de la carta de cócteles de Bar de Nadie, lugar especializado en frutas colombianas . FOTO Esneyder Gutiérrez
Este es Otra Parte, realizado con vodka y macerado de frutos rojos y que hace parte de la carta de cócteles de Bar de Nadie, lugar especializado en frutas colombianas . FOTO Esneyder Gutiérrez

Bar de Nadie abrió sus puertas hace tres años, cuando Juan Santiago Gallego –también dueño de La Chagra, restaurante especializado en sabores del Amazonas– decidió crear una nueva propuesta de entretenimiento nocturno. Su objetivo era continuar aplicando el conocimiento que ha acumulado durante más de una década estudiando la Amazonía, esta vez para traducirlo en cócteles. “Entonces empezamos a crear una colección de frutas. Bar de Nadie, básicamente, es eso: un museo de frutas colombianas. Tenemos un portafolio con cerca de 100 variedades, y la idea es convertirnos en el lugar con la mayor cantidad de especies de frutas en el mundo”, afirma.

Y la manera de conocer estas frutas –algunas populares, otras poco comunes en el consumo diario de las familias colombianas– es probando sus preparaciones. Curuba, mamoncillo, uchuva, copoazú, arazá y cocona son algunas de las que se pueden degustar en Bar de Nadie, cuyo propósito es, según Juan, “que la gente pueda venir a aprender sobre las frutas, pero de una manera divertida”, como lo es salir de rumba.

En este espacio se puede ir a conversar y beber mientras suena la música o, ya entrada la noche, levantarse a bailar. En sus primeros meses, en Bar de Nadie se escuchaba principalmente electrónica, pero, según cuenta su fundador, ante la insistencia del público cambiaron al reguetón, el género que predomina en la zona. “Hay algo que sí teníamos claro: el bar tenía que trabajar con producto colombiano. Todos mis proyectos giran en torno a la conservación de la cultura y del ingrediente autóctono. Se trata de un rescate, porque la verdad es que hay muchos productos que están ahí, existen, pero no los conocemos”, dice.

Para visibilizar estos alimentos, algunos meses el bar le da protagonismo especial a ciertas variedades. Han tenido temporadas dedicadas a las frutas amazónicas, a especies locales, e incluso noches en las que la hoja de coca se convierte en el ingrediente central de sus cócteles, mostrando la versatilidad de esta planta de uso medicinal.

Este lugar abre de miércoles a domingo desde las 9 de la noche. Para conocer su carta, puede visitar su perfil en Instagram: @bardenadie.

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