El artículo 208 de la Constitución Política de Colombia inicia así: "Los ministros y los directores de departamentos administrativos son los jefes de la administración en su respectiva dependencia. Bajo la dirección del Presidente de la República, les corresponde formular las políticas atinentes a su despacho, dirigir la actividad administrativa y ejecutar la ley".
En otras palabras, el Gobierno lo componen el presidente y el ministro respectivo. Por eso, los decretos pertinentes llevan la firma del primer mandatario y la del ministro del ramo. Ni siquiera el presidente puede firmarlo solo.
Presidente y ministro deben ser unas mancornas. Actúan en el mismo sentido y con igual objetivo porque la dirección suprema está en cabeza del presidente de la república.
El miércoles pasado escuché por una de nuestras cadenas radiales la entrevista que le hicieron al exministro de la Defensa de Álvaro Uribe, Gabriel Silva .
Basta recordar que, según se supo en su momento, el señor Silva fue gerente de la Federación de Cafeteros por recomendación de Juan Manuel Santos , y ministro también por recomendación del actual Presidente.
Cuando escuché los términos, el tono y el contenido de las "revelaciones" que estaba haciendo el exministro Silva quedé aterrorizado.
¿Cómo se le ocurre develar las "supuestas" órdenes del presidente Uribe para que no capturaran en Venezuela a alias Iván Márquez y a la cúpula del Eln, también acogidos y protegidos por el vecino país?
Supongamos que lo que dice es cierto, aunque ya lo desmintió el expresidente Uribe. ¿Acaso no sabe Silva lo que es lealtad? ¿No tiene ningún sentido de gratitud para con quien lo hizo gerente de la Federación y Ministro de la Defensa?
Supongamos que Silva dice la verdad. ¿Si no estaba de acuerdo con las directrices trazadas por el jefe de Estado por qué no tuvo la entereza de renunciar?
Supongamos que no miente Silva. ¿Tiene derecho a sacar hoy a la luz pública las razones de Estado o de manejo exclusivo de las relaciones internacionales que competen al presidente de la república?
¿Qué confianza, qué credibilidad, qué tranquilidad, puede ofrecer un exfuncionario que así actúa?
Además, ¿no conocemos de sobra los colombianos a Uribe y su, a veces, rabiosa obsesión por desmantelar a las guerrillas y capturar a sus jefes?
¿No hizo lo propio con Granda y no ordenó el bombardeo en territorio ecuatoriano para aniquilar a Raúl Reye s?
No tuvo que defender al Ministro Juan Manuel Santos del juicio que le pretendían hacer en Ecuador y de los ataques furiosos y permanentes de Chávez contra nuestro hoy Presidente? Infortunadas, inoportunas y desleales las declaraciones de Silva.
Desdice mucho, al menos para mí, la conducta de un hombre que saboreó las mieles del poder y que da la espalda a su nominador solo para lamer otras manos.
Nadie silba como silba Silva.
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