Es como si los adjetivos se hubieran ido para el Jardín Botánico a acompañar al dedo índice: "¡Mirá esa! ¡Di-vi-na!" "Y esa, que parece una araña ¡hermosa!". "¡Es-pec-ta-cu-lar!".
Y se repiten las mismas palabras, en distintas personas y en diferente orden. Hasta alguien dijo por ahí, cuando vio unos guardaparques, que parecen casi una tela llena de punticos de diferentes colores, "esto es de película".
No eran ni las siete y media de la mañana y ya había fila para comprar las boletas y entrar a una nueva edición de Orquídeas, pájaros y flores.
"Llegué a las ocho (ya eran las 10:30) y no hemos podido pasar de este pedacito (el Orquideorama). Nos detallamos cada cosita", señaló Noelia Múnera, una visitante que fue con su nieto, quien estaba encantado con los "muchos pajaritos de colores".
Los mismos que con su canto le ponen la música al árbol de Navidad hecho con ramos de flores, pero que también se van al otro lado de la jaula cuando los niños meten el dedo a través de los palos, para intentar tocar el copete y a despeinárselo más. No lo logran, porque luego llega la mamá o el papá y los miran con cara de cuidado y más cuando se le acercan a las loras, "que esas sí le arrancan el dedo".
En los girasoles verdes hay que hacer pausa. Hay que encontrar el secreto, darse cuenta de que les quitaron los pétalos amarillos y que quedaron las hojas de atrás, pero que parecen que hubieran nacido así.
Y hay que detenerse en la orquídea amarilla con rojo y en esa planta blanca, que parece (porque no lo es) que estuviera lista para soplarla para que sus hojas, casi como algodones blancos, se vayan con el viento.
"Estoy con la boca abierta. Esto está precioso. No venía desde hace mucho tiempo y estoy emocionada", dijo Margarita Franco, una paisa que volvió a vivir a su ciudad, después de estar fuera 25 años. Es que no le alcanzaron las palabras y más bien siguió con lo de las fotos.
De a poquito
Los corazones están sentados sobre las sillas, que están sobre un oasis con follaje verde, que flota sobre el pequeño lago. Con los corazones, rojos y rosados y amarillos, también están los besos y las pelotas que parecen bombas, también rojas y amarillas y verdes y fucsias.
Entonces casi todo el que pasa por ahí se detiene, toma una foto, le dice a alguien que le tome una en la que se vea el jardín y él, y mientras convierte los adjetivos en flores y se las echa, casi como piropo. Y no eran más que claveles hechos objeto.
"Es un teatro en el agua, inspirado en la colección de Agatha Ruiz de la Prada. Nos basamos en su carta de color", explicó Edier Roldán, el diseñador que hizo posible, junto a Ricardo Noreña, ese jardín que se roba tantas imágenes. Siempre se le miden al lago, que parece tan difícil para diseñar algo en él.
Flor María Arango, por ejemplo, no dejó de grabar el video, mientras expresó "es que hay gente muy creativa. Hay flores muy raras y mucho ingenio para la decoración. Especies muy lindas".
Esta vez, después de 18 años de experiencia y aprendizaje, quisieron darle, indicó Byron Pineda, coordinador de la exposición, una organización especial, de tal forma que, pese a la muchísima gente que entra, no haya tumultos, lo que permite que todos puedan ver y quedarse el rato que quieran detallando la orquídea anaranjada, tan rara ella.
"El tema de este año fue libre. Queríamos que se desbordaran en diseño", añadió el organizador. Y se desbordaron, porque hasta las flores blancas parecen caer, como en una lluvia de esas durísimas, de gotas seguidas y rápidas, sobre los anturios rojos. Y también está el árbol al que parecen colgarle puercoespines, con púas que son Aves del Paraíso.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4