Todas las tardes, Armando Velásquez Mosquera pasa del siglo XIX al siglo XXI. A las cinco en punto abandona su antiguo taller de ebanistería en el que trabaja con herramientas rudimentarias, para irse a su clase de internet con la que aspira a crear una microempresa destinada a fabricar los muebles del nuevo milenio en Bojayá.
"Yo nunca había estado al frente de un computador pero ahora lo conozco, y con lo que me está enseñando la profesora seguro podré montar mi proyecto sin necesidad de tanta vaina", afirmó Velásquez.
Él se refiere a Eunice Lemus Perea, la administradora del recién inaugurado Telecentro de Bellavista, en Bojayá, un salón de clases en la Institución Educativa César Conto, en el que ella imparte clases a la mayoría de los estudiantes de la institución y a los sorprendidos habitantes que hoy disfrutan de las nuevas tecnologías de la información. Allí lo único que se cobra es el acceso a internet, pero a precios bajos.
La Unión Temporal Acceso Al Saber instaló este nuevo telecentro en la institución educativa, con el cual Bojayá ha resurgido y hoy sus habitantes buscan desarrollar proyectos.
Lo mismo harán las localidades de todo el país. Muestra de ello es que en el segundo semestre de 2009, ya se abrieron 1.669 telecentros. Todos, para que la comunidad acceda a la tecnología.
"Mi trabajo es capacitar a los visitantes en ese tipo de proyectos para que ellos puedan promocionar a través del Telecentro. Eso mejora su educación, su nivel de vida y por ende su situación económica", advierte Lemus.
Precisamente esa es la aspiración de Armando, quien a los 71 años se atrevió a medírsele a un teclado y a una pantalla porque "nunca es tarde para aprender".
Él no puede creer que el progreso le llegue a una población que ha sufrido el embate de la violencia, esa que él padeció en carne propia. Claro que, dice, ya no quiere recordar ese pasado.
Eunice, le dicta todos los días una clase sobre cómo montar una pequeña microempresa, y le explica cómo, por medio de internet, la gente puede conocer su producto, fuera de Colombia o dentro del país.
Velásquez Mosquera se queda generalmente hasta las 8 de la noche, lo mismo que muchos de sus compañeros de clase como John Freisen Martínez Correa.
John Freisen es un niño que tenía seis años el día en que ocurrió la masacre de Bojayá, en la que el 2 de mayo de 2002, durante un enfrentamiento entre grupos paramilitares y la guerrilla de las Farc, los subversivos lanzaron cilindros bomba a su iglesia y causaron la muerte de 119 personas.
"Yo estaba en la iglesia junto a mi hermano cuando el bombazo nos despertó. El estallido nos dejó sordos y me dejó quemaduras en el cuerpo".
La explosión mató a tres hermanos y dos primos. Pero ahora, a los 13 años, conoció otra noticia que le volvió a cambiar la vida: el telecentro.
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