Si algo tiene claro el soldado Zamora(*) es que ‘Sacha’ murió como una heroína. Así lo afirma cada vez que se le pregunta por su perra labrador color negro, que perdió la vida en la operación ‘Sodoma’, donde cayó abatido el ‘Mono Jojoy’.Con lágrimas y sin temor a descubrir su lado más frágil, Zamora, un soldado profesional que desde el 2004 se dedica al entrenamiento canino, dice que haber perdido a su perra es “igual de doloroso” a la muerte de un hijo.
Sacha lo acompañaba desde el momento en que ingresó a la Escuela de Entrenamiento Canino. Allí la recibió cuando apenas tenía cuatro meses. “La recuerdo como una niña juguetona, noble y muy buena trabajadora”.
Desde ese momento el vínculo entre ambos fue muy fuerte; según Zamora “fue amor a primera vista”. Desde el primer entrenamiento el soldado supo que sería más que un perro antiexplosivos.
“El vínculo que teníamos era como el de un padre y un hijo (…) yo conocía hasta sus estados de ánimo. Podía asegurar cuándo estaba triste, de mal genio o por el contrario muy contenta”.
Su especialidad era la detección de sustancias explosivas. A través del juego aprendió a reconocer los lugares por donde debía andar para no caer en un campo minado.
Durante estos seis años de servicio al Ejército, Sacha se destacó por su nobleza y por sus excelentes resultados en el trabajo de campo. Con Zamora llegó a cumplir con éxito más de 100 operaciones.
A diario evitaba que niños, campesinos e incluso miembros de la fuerza pública, fueran ‘blanco’ de los explosivos con los que los diferentes grupos al margen de la minan las zonas rurales.
Juntos recorrieron diferentes unidades en los departamentos del Meta, Guaviare y Vaupés. “La vida en el Ejército es complicada y cuando vamos con nuestro perro es como estar con la familia”, señala Zamora.
La despedida
Una de las fortalezas de Sacha era que, a diferencia de muchos de sus similares, podía trabajar con cualquier uniformado. Si bien reconocía a Zamora como su único guía, ella no era “complicada” y en ocasiones acompañaba a otros militares.
Por esta razón, así como por su gran experiencia y certeza a la hora de detectar artefactos explosivos, fue elegida para participar en la Operación ‘Sodoma’.
Zamora aún recuerda el momento en que por orden de sus superiores debió entregarla a un compañero que, según sus propias palabras, era mucho más experto que él en el descenso con soga, razón por la que fue incluido en la acción que terminaría con la vida de ‘El Mono Jojoy’.
“A ella uno le decía ¡a trabajar! y de inmediato se alistaba, así ocurrió ese día”, recuerda el soldado, quien tras un corto silencio, demuestra que sí la aprendió a conocer durante estos seis años: “Se fue más alegre que nunca, muy contenta (…) tal vez ya sabía lo que ocurriría”, dice, mientras hace hasta lo imposible por no llorar.
“(Los perros guías) son como hijos adoptivos. Con tanto tiempo conviviendo con un animal, terminan siendo parte de uno”.
Sacha fue efectiva hasta su último día, tanto que no murió por un error suyo. Según los reportes de la operación, una granada lanzada por la guerrilla en el momento en que los hombres del Ejército ingresaban al sitio exacto donde murió ‘Jojoy’ acabó con la vida de la perra, a la que sólo le faltaban cuatro meses para terminar el tiempo de servicio.
Los agradecimientos
Ahora, cuando sabe que no la volverá a ver, Zamora sólo tiene palabras de agradecimiento para su compañera. Sin temor a equivocarse, la cataloga como “un soldado irremplazable”, hasta el punto de prometerle no volver a tener un perro guía personal.
“Eso es como decirle a una madre que reemplace al hijo que acaba de morir (…) seguiré entrenando a más caninos, porque igual ese es mi trabajo, pero Sacha era única”, afirma.
A ella le agradece haber podido volver sano y salvo a casa durante estos seis años, pues por los niveles de riesgo de su misión en cualquier momento pudo haber sido víctima de una mina.
“Le debo la vida”, señala el soldado, quien después de haber compartido con la noble labradora está seguro de que estos perros “son los ojos de la patrulla”.
Aunque lleno de nostalgia, el soldado profesional lleva la entereza de su oficio en la sangre y sabe que el mejor homenaje que puede rendirle a su compañera es no olvidar todos y cada uno de los momentos que vivieron juntos, porque “ella permanecerá siempre en mi mente”.
(*) Por motivos de seguridad, se pidió mantener en reserva el nombre completo del uniformado.
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