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Santos define el ajedrez electoral

Con un discurso cuya única novedad fue confirmar que peleará la reelección, Juan Manuel Santos despejó el panorama para que los demás candidatos se decidan y hagan sus promesas de campaña.

  • ILUSTRACIÓN NATALIA GÓMEZ
    ILUSTRACIÓN NATALIA GÓMEZ
21 de noviembre de 2013
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En un discurso bastante previsible, que no sorprendió ni a los más despistados, el presidente Juan Manuel Santos confirmó antenoche, en alocución televisada, que a partir de ahora es candidato a la reelección.

Tiene todo el derecho a hacerlo, así al inicio de su mandato (como parece ser la regla general en tantos gobernantes) lo haya negado. En entrevista al director de El País, de Madrid, en febrero de 2011 (solo llevaba seis meses de presidente), dijo que “si me pregunta si estoy pensando en la reelección, entonces la respuesta es no. Espero no tener que reelegirme, haber terminado en cuatro años y terminar mi vida mirando hacia el pasado con la suficiente satisfacción”.

En la noche del miércoles esgrimió exactamente la misma razón (estar satisfecho con lo que, a su juicio, ha sido un buen trabajo), pero en esta ocasión como fundamento a su voluntad de reelegirse, porque aún tiene tareas pendientes.

Decíamos que está en todo su derecho. La modificación constitucional introducida en 2004 lo habilita para ello, y está legitimado para ofrecer, a quienes quieran renovarle el mandato, una opción de continuidad.

Igualmente, el electorado tiene el derecho de manifestar mediante el voto si quiere premiar una labor de gobierno, y aprobar su prórroga por una vez más. Es una candidatura que competirá con otras que ofrecerán opciones plurales.

La paz, el empleo y la superación de la pobreza, con menciones a la seguridad, enmarcaron el discurso del anuncio, que careció de especial atractivo político, y que como mensaje que busca entusiasmar a los votantes dejó mucho que desear.

Ahora, los intereses del presidente-candidato (¿o candidato-presidente, cuál será la prioridad en adelante?) deberán reflejarse en sus nuevas tesis y promesas de campaña. Aquí se hace explícita una línea gruesa y larga de la apuesta política de Juan Manuel Santos: la terminación del conflicto armado con las Farc -y con el Eln, si se queda- y “el logro de una paz estable y duradera”. Esta es la carta con que el mandatario se juega todo su capital político, sus aspiraciones y su lugar en la historia del país (reelecto o no).

Le siguen, en orden de importancia, sus ofertas de desarrollo económico mediante el avance de las locomotoras de una economía que aunque estable sigue siendo peligrosamente frágil y limitada. El desempleo de un dígito es una cobija que no alcanza para cubrir la cabeza de una enorme deuda social y unos tratados comerciales que no son ni auspiciosos ni fluidos. Tampoco nos tapa los pies en el tema del atraso agrario y los retrasos en la infraestructura vial del país para la competitividad.

La llegada de Santos a la baraja de aspirantes a la Presidencia acelera la definición de los gallos de una tercería, del progresismo y la izquierda en sus matices (desde Antonio Navarro, pasando por Clara López, hasta Aída Abella). Lo otro está claro: la oposición abierta del Uribe Centro Democrático con Óscar Iván Zuluaga y sus alternativas de recambio. Los liberales, y buena parte del conservatismo, van con el Gobierno.

La paz, y la posibilidad de una segunda vuelta, serán las condiciones definitivas para definir alianzas y perfilar los dos polos opuestos frente a la negociación con la guerrilla.

En lo demás, valen dos previsiones: que el Gobierno respete las normas de garantías electorales (sin contratos ni obras cubiertas de clientela). Y que haya, de las partes en contienda, altura verbal y argumentativa. Además de cero violencia, por más antagonismos que asomen.

Contraposición

LA REELECCIÓN LOGRA PERPETUAR EL CAUDILLISMO, A COSTA DE LOS PARTIDOS

Por CARLOS GAVIRIA DÍAZ
Expresidente de la Corte Constitucional, excandidato presidencial del Polo


Yo le veo un problema grave a la reelección: no hay partidos políticos consolidados, y por tanto, la lucha política se vuelve caudillista. Y el caudillismo es muy perjudicial para la democracia, porque se sustituyen los partidos y sus programas, por personas. Esto lo que hace es polarizar la lucha en torno a líderes independientemente de cuáles sean los proyectos de los que son portadores, desviándose la consideración sobre los programas que tienen los partidos.

Lo que hace falta en Colombia, precisamente, es que los partidos se consoliden, que lo hagan como organizaciones portadoras de una propuesta ideológica. Porque cuando hay organización, pero sin propuesta ideológica, lo que se impone es la maquinaria: una simple organización que, sin saber por qué, va y apoya a alguien, que a su vez busca una organización que le puede servir para cualquier propósito, sin mirar si el objetivo es bueno o no.

En un régimen presidencialista como el nuestro, la reelección tiene una desventaja agravante, que es que cualquiera te elige en función de cualquier propuesta, y luego otorga un poder desmesurado que le va a permitir perpetuarse en el mando, para cooptar el Congreso a su antojo, y gobernar autoritariamente con fachada democrática.

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