No es la primera vez que Juan Manuel Santos visita los lugares sagrados de la Sierra Nevada. Hace cuatro años, después de ser nombrado Ministro de Defensa de Álvaro Uribe, fue allí a un retiro espiritual con los Mamas. Pocas horas antes de su posesión como presidente de Colombia, el 7 de agosto, viajó en helicóptero desde Santa Marta para posesionarse ante las comunidades indígenas de esa región de bosques y nieves perpetuas, situada junto al Mar Caribe, y recibir de sus chamanes las piedras sagradas, las aseguranzas y el bastón de mando que, de acuerdo con la tradición, le ayudarán a gobernar a su país en forma sabia y pacífica.
Según el bello relato del ex ministro de Medio Ambiente, Juan Mayr, "una vez en tierra se apagaron los motores y el sonido de la naturaleza, de los ríos y quebradas invadió a todos los presentes en medio de una atmósfera de tranquilidad y paz. Los Mamas mayores sentados en una de las grandes piedras sagradas cercanas al centro ceremonial de Seiyua esperaban a la familia presidencial para que depositaran en un algodón su pensamiento. De esta manera se iniciaba el saludo. Luego, en fila india, se caminó hacia el poblado donde se localizan los templos masculino y femenino. Allí los demás Mamas y los Cabildos Gobernadores de los pueblos de la Sierra Nevada aguardaban al presidente y su familia para saludarlos".
Santos se descalzó y permaneció sentado durante más de una hora en una piedra ceremonial, con los ojos cerrados, en cumplimiento de un rito de reconciliación con la madre tierra. Luego los Mamas ataron en sus muñecas dos hilos y le entregaron cuatro piedras de cuarzo. El gobernador Kogui explicó el simbolismo de los objetos entregados: un collar con cuatro piedras antiguas, o tumas, de diferentes colores, que simbolizan el agua, el aire, la naturaleza y la tierra, y un bastón de mando de macana. Las piedras son la memoria y la historia de la naturaleza. El respeto al agua, al aire, a la tierra y a la naturaleza son las guías para el buen gobierno. Así, siempre habrá vida y alimento para todos. Al final, Santos recibió el bastón de mando fabricado en macana, y adornado con tejidos de colores; él representa la responsabilidad que asume el gobernante. Al ritual asistieron miembros de las etnias Kogui, Arhuaco, Wiwa y Kankuamo. El cabildo Kankuamo leyó un documento en el que dicen que interpretan el gesto del presidente como una muestra de su voluntad política para garantizar el cumplimiento de los derechos fundamentales de los pueblos indígenas establecidos en la Constitución.
Vi en la televisión algunas escenas del ritual y pensé en la tragedia de los indios colombianos: el año pasado, aumentaron en un 63% los asesinatos de sus líderes en comparación con 2008, según la ONU. Solo en tres masacres contra el pueblo AWA hubo 51 víctimas, entre ellas 11 menores de 18 años. La Organización Nacional Indígena (Onic) reportó 74 mil indígenas desplazados entre 2002 y 2009.
El 70% de esos desplazamientos fue causado por la violencia. Las situaciones más críticas son las de Guaviare, Caquetá, Arauca, Norte de Santander, Magdalena, Meta, Guainía, Vaupés y Putumayo.
La Onic reveló además que han sido casi exterminados 32 pueblos que tienen menos de 500 personas. Las peores tragedias han sido las del pueblo Makaguaje, en el Caquetá, que fue casi borrado del mapa: en 2000 tenía 50 miembros y hoy quedan sólo tres; también la del pueblo Wachina, del Vaupés, perseguido sin piedad por las Farc.
Apenas quedan vivos 50 indios. Según la ONU, entre las principales causas de la extinción de las comunidades indígenas y su aislamiento están la siembra de minas antipersona por parte de grupos armados ilegales, el desarrollo de confrontaciones armadas en sus territorios, y el impedimento arbitrario al libre tránsito de personas y bienes por su territorio. Por lo visto, el legado que deja el gobierno Uribe a los indígenas es una verdadera tragedia humanitaria: para ellos no alcanzó la Seguridad Democrática.
A su regreso a Bogotá, vi y escuché al presidente Santos en su posesión con los hilos de las aseguranzas atados a sus manos, recordando su visita a la Sierra y llamando a los indígenas "hermanos mayores, guardianes del equilibrio universal". No olvidaré sus palabras. Dijo que la tierra, el agua, y la naturaleza serán símbolos preciados de su gobierno. Dijo que el legado de los Mamas de la Sierra es un mensaje de la vida, de la armonía, y de la unidad dentro de la diversidad: "Es el mensaje de la Colombia pacífica y sabia que queremos dejar a nuestros hijos". ¡Que los dioses de los Kogui atiendan su pedido!
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