El sistema de valorización ha sido históricamente el motor del desarrollo de la infraestructura de Medellín. Había una cultura de pago que se prolongó por varias generaciones y un reconocimiento al hecho de que las obras daban un mayor valor a los predios y viviendas y mejoraban la calidad de vida de los habitantes de una zona determinada y de la ciudad en general.
Además había una conciencia de redistribución de la riqueza y de generación de empleo masivo no calificado para los habitantes de comunas con menor poder adquisitivo. Sin embargo, la herramienta democrática de la participación ciudadana definida por la Constitución de 1991, y en especial la consulta popular, cierto nivel de politiquería y cierta pérdida de la conciencia solidaria, hicieron que se eliminara el sistema de valorización.
Una lástima porque prácticamente todo Medellín se había hecho por valorización. De ahí en adelante, Medellín perdió el liderazgo en infraestructura y se frenó la movilidad, hasta el punto que hoy no hay hora en que no haya un taco en cualquier lugar.
El primer frenazo fue a la llamada Obra 500, cuyo diseño se quedó engavetado desde 1990 al ser sometida a consulta popular. Los habitantes de El Poblado, en su mayoría votaron no a la obra que hubiera permitido la movilidad y el desarrollo sin traumas de su comuna, la 14. Desgraciadamente, los habitantes de otras comunas no tuvieron ni la suficiente información ni plena conciencia de que estaban habilitados para votar y que dicha obra les habría dado empleo.
Si la Obra 500 se hubiera hecho, El Poblado no estaría hoy con los problemas de movilidad que padece y el desempleo se habría reducido con las consecuencias positivas en educación para las familias de los trabajadores no calificados. Quizá esta oportunidad de empleo habría frenado la cultura de la violencia.
El segundo frenazo corrió por cuenta de la campaña para Alcaldía en la que Luis Pérez prometió suspender la obra por valorización de la carrera 76 en Belén, la mayoría de cuyos dineros habían sido recaudados. Vino luego el desmonte del sistema, que Sergio Fajardo no fue capaz de volver a crear, seguramente porque no le sumaría votos para sus aspiraciones políticas posteriores.
El Alcalde actual, Alonso Salazar, sí creó el departamento correspondiente y decretó parte de las obras que constituían la Obra 500 para solucionar el caos permanente de El Poblado. Seguramente ha faltado información, pero se percibe en quienes tendrían que pagar, poca voluntad para hacerlo. Tantos años sin valorización acabaron con una bella cultura solidaria en Medellín.
Ahora hay quienes pretenden que se les cobre a los habitantes de Guayabal o a toda la ciudad, un imposible. O que quieren obras pero sin pagar un peso, una injusticia.
Es hora de conciliar y de entender que la riqueza tiene una hipoteca social y que quien tiene más debe jalonar empleo para quienes tienen menos. Es hora de volver al esquema que permitió que Medellín tuviera movilidad y fuera ejemplo para el país.
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