Las imágenes de los ataques ocurridos ayer en Gaza son reveladoras de lo desproporcionado y equivocado de los cañonazos disparados por el Ejército israelí: toneladas de alimentos de ayuda humanitaria que ardieron en la sede para refugiados de Naciones Unidas (UNRWA, por sus siglas en inglés) y más de 500 funcionarios médicos y pacientes agredidos y atrapados en un hospital de la Media Luna Roja, el equivalente en los países islámicos a la Cruz Roja.
Además, varios edificios ocupados por corresponsales de agencias mundiales de prensa como AP, Reuters, Fox y Sky News, resultaron impactados por la artillería de los militares israelíes. Eso significa: civiles en medio del fuego y misiones médicas y periodísticas violentadas por acciones de guerra indiscriminadas.
Tales actos van en contravía de los principios fundamentales del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y desdibujan el sentido de la Operación Plomo Fundido del ejército israelí, iniciada hace 20 días y justificada por su gobierno como una ofensiva "contundente, definitiva", contra las milicias de Hamas y sus ataques con cohetes a poblaciones de Israel en límites con Gaza.
Ayer la cifra de muertos ascendió a 1.095 y lo más grave es que, según voceros de reputados organismos humanitarios, más del 50 por ciento de las víctimas son civiles.
Los fallidos ataques de este jueves, incluso reconocidos como "tristes" e infortunados por el propio ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, quien pidió perdón, sobrepasan los límites de cualquier interés militar estratégico para frenar a los sectores más extremistas de Hamas y obligan a que el ejército israelí respete el DIH (los "principios de los caballeros en combate") y busque una fórmula inmediata de negociación de cese el fuego con los voceros del movimiento palestino.
Es además incomprensible que justo cuando Israel logró deshacer las defensas milicianas de Hamas y emprendió el asalto al centro urbano de Gaza, justo cuando reporta un mayor control militar de posiciones y de la situación, justo en ese estado de superioridad, haya desatado un cañoneo que golpeó gravemente edificaciones y bienes civiles y humanitarios.
Tanto Hamas como el Ejército de Israel están llamados a atender sin dilaciones el pedido de la comunidad internacional para poner fin a las agresiones contra los civiles y a dejar de utilizarlos como escudos humanos, según se ha denunciado en el caso de milicianos palestinos que aprovechan edificaciones y refugios de los no combatientes para camuflarse.
Pero recae en Israel la gran responsabilidad de parar. Su estado se fundó gracias a las decisiones de Naciones Unidas en 1948, pero ahora desconoce el pedido de ese mismo organismo para que respete la resolución 1860, orientada a detener la Operación Plomo Fundido, que desató esta situación que ayer la Unión Europea y la misma ONU calificaron de "simplemente inaceptable".
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