Hay personas que con sus obras son capaces de cambiar a la humanidad, esas son las inmortales. Entre ellas se encuentra Steve Jobs, el alma de Apple, quien falleció a los 56 años el miércoles pasado.
La muerte es una reinvención, indicó Jobs durante su célebre discurso en la Universidad de Stanford, el 12 de junio de 2005. Y, precisamente, ese fue su gran mérito, saber reinventarse, evolucionar e innovar para adaptarse a las necesidades de la gente. Adelantarse a lo que querían para dar respuestas con dispositivos y software que ayudaran a mejorar la calidad de vida de millones de prosumidores.
De acuerdo con un sondeo publicado en elcolombiano.com, donde se les preguntó a los usuarios ¿cuál fue la máxima obra de Steve Jobs?, 1.132 votos fueron para el reproductor musical iPod, 601 para el teléfono inteligente iPhone, 448 para la tableta iPad, 340 para los estudios de animación digital Pixar y 328 para los computadores de la línea iMac. Todos desarrollos que transformaron la forma de comunicarnos, entretenernos, relacionarnos, construir conocimiento, educarnos y hasta trabajar.
Jobs hizo de la tecnología algo usable, que fuera fácil de manejar, para que la comunidad no se sintiera excluida e inútil al enfrentarse a una de sus creaciones.
Algo que siempre me ha llamado la atención de los productos de Apple es que no traen instrucciones. No incluyen el clásico manual, porque están tan bien concebidos que la operación se hace de forma intuitiva. "El diseño no es solo como se ve o como se siente. El diseño es como funciona", decía Jobs, a pesar de concebir obras de arte de alta tecnología, sublimes, únicas, perfectas, verdaderos objetos del deseo que se ganaron el afecto de millones de consumidores, quienes se unieron en una cultura, la cultura Apple, que se refleja en una manera particular de percibir la cotidianidad.
Jobs fue uno de los padres de la era digital, al contribuir al desarrollo de las interfaces gráficas, que ayudaron a cerrar la brecha digital. El planeta táctil fue su aliado, más que por belleza en el diseño, por atacar el analfabetismo digital, con dispositivos de fácil manejo y uso.
La portabilidad fue otra de sus obsesiones y sueños, con una vida digital sin cables, que brindara conectividad en cualquier parte del planeta a cualquier hora, derrumbando las barreras espaciales y territoriales para convertirnos en ciudadanos universales interconectados en la nube (internet).
El usuario fue siempre el centro de su creación. Por ello, antepuso a los nombres de sus productos el I (yo, en inglés). Jobs se anticipó al concepto de prosumidores, que no solo consumen contenidos, también los crean, comparten y construyen en colectivo. Pilar fundamental de las redes sociales y estrategia de su tienda virtual iTunes, que la convirtió en una multiplataforma, con una experiencia de inmersión para quienes aman la música.
A su talento para los negocios (construyó un imperio valorado en 350 mil millones de dólares), se suman sus cualidades personales. Pasó de ser un "niño abandonado" a uno de los hombres más ricos de la lista Forbes.
Su fortuna no lo apartó de la humildad, compartió su conocimiento, fue inspirador, dio lecciones de grandeza en su lucha contra el cáncer y supo retirarse de la compañía que construyó, con la satisfacción del deber cumplido. Por todo esto, Steve Jobs es un ser inmortal.
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