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Tanzanio halló en Guarne refugio atlético

Julius Gidabuday encontró en Antioquia lugar para crecer. En el oriente, donde reside, se siente como en casa.

  • Tanzanio halló en Guarne refugio atlético | Julius Gidabuday salió de su tierra para ser profeta, y en Medellín espera hacerlo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    Tanzanio halló en Guarne refugio atlético | Julius Gidabuday salió de su tierra para ser profeta, y en Medellín espera hacerlo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
13 de septiembre de 2014
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Julius Gidabuday corría de un lado a otro como nómada en el tiempo hasta que pisó tierras antioqueñas.

No había podido encontrar un lugar en el que se sintiera "como en casa" pese a llegar a Suramérica en 2002, pero en Guarne halló lo que tanto buscaba.

"El clima, los recorridos, la humildad y amabilidad de la gente, y poder practicar con tranquilidad el deporte que me apasiona fue lo que me permitió quedarme", indica el fondista que nació en Arusha, Tanzania, cerca al Monte Kilimanjaro, donde no hace calor pero sí frío, como el que cobija al municipio del oriente antioqueño.

"Me siento tan feliz que hasta pienso casarme", cuenta, en español fluido, el africano, que reside desde hace un año en la vivienda del exatleta Julián Berrío, quien le daba batalla a corredores como Diego Colorado y William Naranjo.

"No vivo con mis seres queridos, pero sí con grandes amigos que considero mi familia", expresa el tanzanio de 49 kilos, y que llegó precisamente a Medellín para competir en la Media Maratón de las Flores en 2013, y a la que volverá con sed de revancha.

"No logré terminar la carrera porque me lesioné, pero para esta edición mi objetivo es hacer una buena presentación y dar la pelea", dice Gidabuday mientras muestra las medallas que cuelgan en una de las barandas de su cama.

"Y eso que he ganado más, pero me gusta regalárselas a la gente que me las pide. Eso me llena de satisfacción porque reconocen el esfuerzo de uno".

El deporte es su única forma de subsistencia: "gracias al atletismo es que vivo, corriendo es que logro conseguir el dinero para salir adelante. Lo que gano en cada carrera lo invierto para ayudarle a Julián para pagar los servicios, para la alimentación y para viajar a otros lugares a seguir compitiendo", indica el atleta de 38 años de edad, y que tiene claro que cuando se retire del deporte de alta competencia estudiará para ejercer luego como entrenador.

"Lo que he aprendido en la vida lo quiero compartir después", sostiene el corredor, huésped en la casa de Berrío, como el keniano James Rotich -vive desde hace cuatro meses- y el venezolano Didimo Sánchez, quien llegó hace 20 días para prepararse también para la prueba medellinense.

"Somos todos de diferentes países, pero parecemos como hermanos", habla Julius sobre sus colegas. "Nos repartimos las responsabilidades porque no tenemos cómo pagarle a una empleada. Lavamos, cocinamos, arreglamos la casa, somos muy unidos", agrega.

Hace seis meses, después de terminar una prueba atlética, Gidabuday volvió a ser flechado, como cuando llegó por primera vez a Antioquia, pero esta vez por Cupido.

"Me enamoré de una antioqueña llamada Caterine González, es mi novia y nos entendemos bien", cuenta el atleta, mientras su dentadura blanca delata su ilusión y alegría mientras ríe.

En la Maratón de las Flores, en la que competirá en la distancia de 21 kilómetros, también espera seguir sonriendo, no dice que ganará, pues manifiesta que hay que respetar a los rivales, pero sí que saldrá con la misión de dar batalla hasta el final.

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