Obtener únicamente siete votos a favor, contra 33 de Toronto, 11 de Lima y uno nulo, privaron a Bogotá de ser sede de los Juegos Panamericanos de 2015. Los votos que estaban fijos en un comienzo se cambiaron al final y, para muchos, el dinero fue el que mandó en la elección.
La incredulidad en la delegación colombiana fue total. Nadie esperaba terminar últimos en la elección y, mucho menos, con tan pocos puntos a favor. Los votos alcanzados indican que, aparte de Colombia que tenía doble voto, únicamente cinco países apoyaron su iniciativa.
Al momento de entrar a hacer balances hay mucho para hablar. Primero, la gran influencia que Toronto y, por ende, Canadá, que tenía con las islas. Varias de ellas son de habla inglesa y en varios periodos de su historia se han visto influenciadas por los canadienses.
Segundo, la altura. Empezando por los isleños, había muchos países que le temían a los más de 2.800 metros de Bogotá.
Pero quizás lo más importante fue lo económico. Mientras Toronto, casi de inmediato, está lista para organizar las competencias, Bogotá ni siquiera ha empezado a expropiar los terrenos donde se construiría la Villa Panamericana.
Igualmente, es bien sabido por todos, la Organización Panamericana tenía cierto nerviosismo, ya que no quiere repetir lo que hace pocos días sucedió con Guadalajara cuando los Juegos se vieron en peligro ante la imposibilidad de cumplir con el complejo habitacional.
Así muchos no lo quieran admitir, las prebendas igualmente jugaron en contra de Bogotá. Desde antes de la elección se sabía que los canadienses estaban ofreciendo regalos a los presidentes de los demás Comités Olímpicos del área y, no cualquier dádiva, sino elementos electrónicos de alta tecnología, como los blackberry que recibieron de los canadienses, mientras que los colombianos solo dieron copias de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Toronto, con plata e influencias, arrolló a todos. Y tiene Juegos.
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