Las pruebas Pisa, que miden los niveles educativos en matemáticas, lectura y ciencia, de los adolescentes en 65 países del mundo, entregaron la semana pasada sus resultados. América Latina quedó relegada a los últimos puestos con unos puntajes que tienen tinte de tragedia.
Al menos así deberían ser analizados por los gobiernos y la sociedad entera, que sin embargo, parecen pasar de agache ante un diagnóstico tan angustiante. Nuestros jóvenes no tienen capacidades para competir en un mundo cada vez más pequeño, y Europa y Asia nos superan de forma aplastante.
Según el listado, publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), Shangai, Singapur y Hong Kong fueron los tres primeros puestos de la lista. España ocupó el 33 y Estados Unidos perdió 19 puestos al pasar de la casilla 17 a la 36. México obtuvo el lugar 53, Uruguay el 55, Argentina el 59 y Perú cerró en el último lugar.
Colombia se ubicó en el escalón 62. Un país que le apuesta a la paz como su proyecto de desarrollo tendría que tener entre sus prioridades de discusión los procesos educativos que a todas luces no están funcionando.
El progreso de la región se nos ha vendido como la acumulación de cifras monetarias pero lo que nos revelan los test adelantados por la Ocde es que cualquier forma de productividad y desarrollo es insostenible si la juventud tiene un nivel educativo paupérrimo. Ningún gobierno nacional de este lado del planeta se centra en la educación como el motor de desarrollo. Las propuestas para las mejoras de la primaria y el bachillerato no aparecen en los discursos de los que aspiran a gobernar el país.
Que Colombia entera perdiera el examen de forma tan estruendosa y no se planteara una amplia discusión nacional es un grave síntoma del lugar que le damos a la educación. Pero aquí la agenda por estos días gira en torno a las descalificaciones, a destruir al otro, a crecer sobre las ruinas del derrotado. Y la educación es justamente lo contrario, la construcción desde el intercambio, la colaboración entre diferentes, el aprovechamiento de las fortalezas. Quizá es por eso que los resultados demuestran, más que una cifra, nuestro espíritu enfermo necesitado de cambio.
Pico y Placa Medellín
viernes
no
no