No hay duda de que los dirigentes políticos viven tiempos difíciles. Tan difíciles que la nueva pandemia, esta vez la gripa porcina o AH1N1, una de las nuevas amenazas para la salud mundial, se constituye en un alivio para muchos gobernantes, con excepción de México, que encuentran en esta situación un momento de distracción pública a los múltiples problemas económicos que empiezan a afectar su gobernabilidad.
Ha sido un momento de excepción para que los ministros de Salud salgan a copar la atención de los medios para dar a conocer las medidas de precaución en cada uno de sus países. Un compás de espera efímero y tal vez fugaz.
En España, por ejemplo, las encuestas muestran, por primera vez, al PP de Rajoy con una leve ventaja sobre el Psoe de Zapatero, algo impensable hace tan poco unas semanas cuando el juez Baltasar Garzón puso contra las cuerdas a varios dirigentes del PP por tráfico de influencias, negociados y corrupción. Tal es la situación que si las elecciones fueran mañana el PP las ganaría. En este caso pesa más la creciente tasa de desempleo que ya bordea el 18% y la contracción económica del último trimestre que llega al -3% del PIB, la peor cifra en la era de la democracia española, tal como lo tituló el diario El País. Por su parte, el primer ministro británico, Gordon Brown, quien gracias a la cumbre del G20, el pasado mes de febrero en su país logró mostrarse como uno de los grandes estadistas del mundo al proponer el paquete de soluciones económicas que fue aprobado por todos sus colegas, ha vuelto a caer en desgracia al presentar públicamente lo que la oposición y los expertos han llamado un presupuesto deshonesto. El maquillaje que se le ha dado al presupuesto para que las cosas no se vean tan mal, no le ha salido bien y el mundo se le ha venido encima. Por primera vez Brown pierde una votación en el parlamento, esta vez sobre el derecho de los Nepalíes a quedarse a vivir en el Reino Unido. En Alemania las cosas tampoco se ven bien, la contracción de la economía es un hecho, como también lo es en Japón. En Italia, donde me encuentro en estos días, a la crisis se le suman problemas de otra índole. La mujer de Berlusconi le ha pedido el divorcio por los escándalos de su marido a quien le encantan las jovencitas. "No puedo estar con un hombre que frecuenta a menores de edad", afirma ella.
El desgaste político que ha traído y seguirá trayendo la crisis económica a presidentes y primeros ministros es inminente. El único que escapa a esta realidad es Obama, de quien la opinión pública tiene claro que ha heredado de su antecesor la crisis económica que ha afectado a todas las economías del planeta.
Además, el manejo que ha venido dando muestra por lo menos unos primeros signos de estabilización sin que aún se sepa a ciencia cierta qué va a pasar. Lo que sí queda claro es que la recuperación de muchas de las economías de la región dependerá de la velocidad con que se recuperen las economías de los países desarrollados. Algo a lo que no escapa Colombia, donde las proyecciones internacionales muestran que tendremos un crecimiento cero en 2009, con un leve aumento a 1.5 del PIB en 2010. Sin lugar a dudas el tema que hoy más duele a los ciudadanos.
Así las cosas, la pregunta que uno se hace es ¿qué efecto tendrá la crisis que padece nuestra economía en la popularidad de Uribe, además de los muchos escándalos que han venido saliendo a la luz pública? Por el momento los medios, y de manera efímera el ministro Palacios, seguirán copando los titulares con la pandemia AH1N1.
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