Cuando estaba en la escuela, Laura llegaba con las tareas hechas a la casa y le decía a la mamá que el tiempo libre que le quedaba era mucho para ella.
La verdad es que ha sido una niña diferente. Cuando estaba pequeña, en esa época en que se juega y se ven caricaturas, ella buscaba en la televisión lo que los primos categorizaban como maluco: El conciertazo. Y se quedaba anonada escuchando la música clásica. Entonces, cuenta su mamá, Alba Lucía Cano, que mientras los primos le decían que eso que sonaba era para dormir, ella volteaba y respondía: "Esa es música para niños inteligentes".
Después llegó el violín y el piano y descubrió que esa coincidencia no lo era tanto: Laura Cano , de 12 años, ama la música. Tanto que se le acaban las palabras: "Es una forma de expresarse. Es el lenguaje favorito de los Dioses. Es hermosa, porque llega al alma". Lo dice con su voz suave, casi silenciosa. Como de niña grande.
Porque, en últimas, es casi una niña grande. Se levanta a las seis de la mañana y se acuesta a las 11 de la noche. Una parte del tiempo se lo dedica a validar el bachillerato (en dos años ya estará en la universidad) y el resto del tiempo a sus instrumentos. A estudiar.
Laura no lo dice entre risas: sabe que la música es de responsabilidad y sus horarios son estrictos. No importa si le deja poco a los amigos. Solo comparte el tiempo con los libros y su familia, pero no más. "Si quiero tocarlos realmente bien, me toca estudiar. Mi vida es la música y ser músico es difícil".
Y aunque a la mamá le preocupaba que fuera tan rápido, ya descubrió lo importante: "Laura tiene una mentalidad diferente. Ella juega con sus instrumentos y es totalmente feliz".
Quizá porque se enamoró. Y le pasa con la música, lo mismo que cuando compone: "Solamente escribo lo que se me viene a la mente, lo que decía Mozart en algún momento: yo no sé ni de dónde ni cuando vienen las ideas, pero vienen".
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