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UNA NOCHECITA DE LOS VECINOS

  • ANACRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE | ANACRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE
    ANACRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE | ANACRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE
03 de septiembre de 2012
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Pretendemos hacer de esta ciudad un espacio civilizado donde todos podamos vivir lo mejor posible, pero es muy paradójico que con mentalidad y comportamientos tercermundistas, procuremos vivir como en el primer mundo. La diferencia entre una persona del primer mundo y una del tercero es el respeto por el otro. Alguien del primer mundo entiende que hay un espacio público y otro privado, cada uno con límites que no se pueden transgredir. El límite es el respeto por el otro.

Pero una característica de alguien con mentalidad del tercer mundo es no tener claro que el respeto al otro es un asunto de todos los días a todas las horas; y lo peor es que muchas veces las autoridades estatales tipo tercer mundo (que finalmente es un estado mental, no un asunto geográfico ni económico) no hacen cumplir las leyes existentes o se dejan manipular con una fruslería para permitir que muchos las incumplan. Claro que ya es mentalidad tercermundista necesitar que la ley o la autoridad nos obliguen a respetar al otro (y ni aún así somos capaces de autorregularnos). Y sí que es típico del tercer mundo cuando se reniega de la autoridad, pero al mismo tiempo se le ofrece la fruslería para evitar la sanción o el regaño.

Pero voy al asunto: aunque a todos nos parece que la ciudad está invivible, caótica, desorganizada, pocos entienden que es el comportamiento individual el que está produciendo semejante crispación. Siempre se cree que el problema es el comportamiento de los otros, no el propio.

En este espacio tan apeñuscado donde hoy nos toca vivir (en el mismo espacio en donde antes había una casa con 5 personas y si mucho un carro, hoy se levanta un edificio donde viven 50 personas y hay 20 carros), todos tenemos que poner, día y noche, nuestro empeño en hacerle mejor la vida al otro para que cuando los otros hagan lo mismo, a mí también me beneficie.

En estas ciudades tan densificadas ya no se trata de pasar bueno yo, una nochecita, sin importarme que esa buena nochecita se convierta en un dolor de cabeza para mis vecinos. Desde que vivimos apiñados, unos encima de otros, y en frente y al lado, separados tan solo por delgados muros, es muestra de tener mentalidad de primer o tercer mundo, el respeto o irrespeto por el sueño, el descanso y la tranquilidad de los vecinos. Se demuestra ser de las cavernas cuando en las reuniones de la tribu se grita toda la noche al son de zapateos y danzas, sin importar los vecinos. O se demuestra mentalidad de primer mundo cuando es más importante el respeto por el otro y su descanso nocturno (así sea en fin de semana, que es cuando podemos recuperar las fuerzas de una extenuante semana), sin ser necesarias los permanentes llamados de la autoridad pidiendo respeto en la convivencia.

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