Hay dos razones por las cuales a Colombia le conviene que el dólar esté barato. Que baja el costo de los bienes importados, lo cual ayuda a frenar la inflación, y que por ahora sea buen negocio tener deudas en dólares.
Un gobierno en vísperas de elecciones tiene mucho que ganar con ambas cosas. Por una parte la inflación afecta a todo mundo, es decir, a todos los votantes (mientras que su rival, el desempleo, no afecta a mucha gente). Por otro lado los Ministros pueden gastar a manos llenas, porque la plata la consiguen fácil.
Pero este beneficio electoral o inmediato tiene dos costos de mediano plazo. De un lado bajan las exportaciones y se pierden mercados externos e internos. Del otro lado el crédito se gasta en bienes de consumo pero no en inversión. O sea: que cada día habrá menos divisas para pagar una deuda mayor.
Por supuesto que la caída del dólar es un hecho mundial. Entre 2002 y 2008 esa moneda perdió 40% de su valor frente al euro, repuntó por un tiempo y desde marzo pasado ha caído en 10%. Pero el peso se ha revaluado más que el euro y más que casi todas las monedas lo cual en castellano significa que Colombia le agrega a la corriente en lugar de tratar de contenerla.
El ministro lo niega pero todo mundo sabe que el dólar está barato porque el gobierno lo trae y porque la tasa de interés aquí es muy atractiva. Y por eso son apenas cosméticas las "soluciones" que anuncian por estos días: abstenerse de traer los dólares de un préstamo y algunas utilidades de Ecopetrol, sin reducir el endeudamiento ni ponerle trabas a la especulación.
Ese interés del gobierno en la revaluación -o por lo menos esa gran timidez en combatirla- es aún más nocivo si se piensa que el dólar seguramente seguirá perdiendo fuerza ante el euro, el yen o incluso el remnimbi. Las emisiones gigantes de Obama para salir de la recesión sencillamente han inundado al mundo y -según proyecciones- lo mantendrán inundado por otro par de años cuando menos.
A Estados Unidos además les conviene que su moneda se siga devaluando, porque con eso aumentan sus exportaciones, bajan sus importaciones y deprecian la deuda que, por supuesto, han adquirido en dólares.
Más todavía, un repunte del dólar como el que vimos al comienzo del año sería en realidad mala noticia. Ese repunte se debió a la parálisis del crédito bancario que forzó a todo mundo a comprar dólares para pagar sus deudas, y al pánico de los inversionistas que se refugiaron en bonos del tesoro americano. Pero pasados el apretón y el susto, el mundo volvió a buscar inversiones rentables como las acciones, el petróleo o los bonos de países emergentes. De suerte que aunque suena paradójico, el dólar débil es señal de que la economía mundial se está recuperando.
Con el dólar cayendo y Colombia ayudando, el futuro de las exportaciones -es decir, del empleo y del ingreso- podría ser dramático. Pero para fortuna nuestra la caída del dólar tiene dos límites que para nada dependen de nosotros:
-El primero y más cercano es la inflación que, a medida que salga de la olla, irá sintiendo Estados Unidos por el costo creciente de los bienes que importa.
-El segundo, más serio aunque a mediano plazo, es la pérdida que el dólar sufriría como moneda mundial de reserva, es decir, como patrón del comercio y de la banca: si el dólar sigue cayendo otros países se cubrirán con inversiones en euros o en otras divisas, incluyendo tal vez hasta el "Sucre" ("Sistema Único de Compensación Regional") que Chávez, Correa y Evo nos anunciaron hace una semana.
Es porque Estados Unidos también tiene su dilema: en el corto plazo le conviene devaluar, para que no sean ellos sino el resto del mundo quienes paguen el costo del ajuste; pero a mediano plazo pierden más de lo que ganan porque renuncian al "privilegio exorbitante" de pagarnos a todos con la moneda de ellos.
Y volvemos al cuento. Si a Colombia le va bien, no es por obra de Colombia.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6