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Cuando se cumplían 100 años de la muerte de Gustav Mahler, el director venezolano Gustavo Dudamel estuvo a la cabeza de uno de sus proyectos más ambiciosos: dirigir todas sus sinfonías, entre ellas la octava a la que se le ha apodado como la “Sinfonía de los Mil”, por la cantidad de personas que necesita para que se ejecute como el compositor lo quería.
De hecho, 102 años antes de que Dudamel planteara el desafío del “Proyecto Mahler” en 2012, el debut de la octava sinfonía fue en Munich, en 1910. Mahler, quien murió hace 110 años, el 18 de mayo de 1911, aún vivía y fue testigo de esa presentación.
El estreno contó con un equipo de 1.028 personas sobre el escenario. Algunos viajaron desde Viena y otros desde Leipzig en un montaje que incluyó tres coros (incluyendo niños), solistas vocales y una orquesta compuesta por más de 100 músicos.
El reto para cualquier director que quiera abordarla es inmenso. En esa oportunidad, Dudamel trabajó con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Filarmónica de Los Ángeles, donde el venezolano es director musical desde hace más de una década. La octava sonó en el Teatro Teresa Carreño de Caracas. En total, 1.400 personas se reunieron sobre el escenario en esa oportunidad. Las filas de instrumentistas fueron seguidas por otras tantas conformadas por miles de coristas.
“Era como nirvana”, afirmó el director al describir el primer movimiento de la obra, donde las voces se unían cantando en latín: Veni Creator Spiritus (Ven, Espíritu Creador), uno que el mismo compositor dice que lo visitó durante el verano en el que creó esta sinfonía.
“Las obras monumentales en la historia de la música no solamente reúnen un aspecto instrumental, sino que por ser de ese tamaño y esa magnificencia, muchas requieren también el acompañamiento de la voz humana”, dice el concertino de la Filarmónica de Medellín, Gonzalo Ospina. Algunas veces esa compañía viene con coros, otras llega con solistas vocales.
En el caso de la octava sinfonía de Mahler están los coros y “regularmente se usa cuarteto vocal (soprano, mezzosoprano, tenor y bajo, las tesituras femeninas y masculinas)”, añade. Las obras más, entonces, son aquellas que juntan la masa coral, así como a solistas y la orquesta (o varias).
¿Qué tienen los réquiem?
La de Mahler es de un tamaño mayor a lo que se acostumbra de una sinfonía, pero otras de las más grandes obras creadas para orquesta y voz fueron los réquiem, liturgias fúnebres católicas, acompañados por textos en latín.
Mozart, Brahms, Dvořák, Verdi, Berlioz, Britten, Bruckner y otros compositores se acercaron al réquiem. No es tan usual escucharlos por su amplio repertorio. Usualmente se montan para acontecimientos especiales y en salas que permitan ese nivel de aglomeración.
Otra de las razones que dificultan ese tipo de montajes es el dinero. Además del pago a todos esos músicos, es necesario tener un presupuesto que permita tener un espacio de ensayo suficientemente grande para todos los integrantes.
En este momento, además, es mucho más difícil y riesgoso. El sueño de reunir a 1.000 personas en el escenario todavía no puede volver a cumplirse hasta que las condiciones sean seguras. Por ahora, una recomendación de algunas obras destacadas que, desde su composición, fueron pensadas para una gran cantidad de músicos reunidos en torno a la misma obra
Periodista que entiende mejor el mundo gracias a la música, que atrapa cada momento que puede a través de su lente fotográfico y a la que le fascina contar historias usando su voz.