Los talibanes ya están en Kabul. Miles de afganos se acercan a los bancos a retirar dinero masivamente mientras las fuerzas de la OTAN y de EE.UU. se limitan a resguardar el aeropuerto de la capital de Afganistán, epicentro ya no de la ordenada salida de las tropas norteamericanas que Joe Biden determinó el pasado mes de abril, y sí de una huida.
Escenas de pánico se viven en la pista de despegue. Cientos de afganos intentan entrar en las aeronaves, destinadas exclusivamente a los diplomáticos occidentales. Alrededor de cinco personas han muerto intentando huir de los talibanes, que ya hacen retenes en las calles de Kabul, borran las imágenes de mujeres en los espacios públicos de la ciudad y retienen el control de la televisión nacional. Tres meses y medio duró la ofensiva que les permitió regresar al poder.
Los talibanes llegaron a las puertas de Kabul el sábado en medio de un avance militar no visto en 20 años de guerra, iniciada tras la invasión de Estados Unidos al país en 2001. Ya tenían bajo su control a 23 capitales provinciales, 140 centros de distrito y por lo menos 10 pasos de fronteras.
“Nadie preveía que esto fuera a suceder con esta velocidad”, explica Angélica Alba Cuéllar, magíster en Análisis de Problemas Políticos, docente de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y estudiosa del Medio Oriente. “Había una inquietud por lo que la retirada de las tropas de EE.UU. significaría para la seguridad de Afganistán, pero era inimaginable que esto sucediera con la contundencia que ha pasado en las últimas semanas”.
El gobierno se cae a pedazos. Ashraf Ghani, quien hasta este domingo ocupaba el cargo de presidente, abandonó el país, señaló el ex-vicepresidente Abdullah Abdullah, jefe del Consejo Superior para la Reconciliación Nacional. “Dios lo responsabilizará y la gente lo juzgará”, dijo, antes de informar la creación de un consejo especial para “una mejor gestión de los asuntos de paz y la transición pacífica del poder”. Pese a eso, a la confirmación del desastre anunciado, Estados Unidos defiende su decisión, la de ahora, que implica la retirada de las tropas, pero también la de hace 20 años, cuando ordenó invadir.
“Entramos en Afganistán con una misión y esa misión era hacer frente a los que nos atacaron el 11 de septiembre. Esa misión fue exitosa”, dijo el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, a la ABC. Y si bien ahora solo ese objetivo parece ser reivindicado, los norteamericanos también invirtieron millones de dólares en la estabilización de un gobierno y de unas fuerzas que pudieran hacer frente a los talibanes, que nunca desaparecieron de la vida nacional. “Entrenamos y equipamos a más de 300.000 fuerzas afganas. Tienen que luchar por sí mismos”, había dicho el presidente estadounidense. La lucha solo duró tres meses y medio.
“Respecto al primer objetivo, el terrorismo efectivamente se logró contener” evalúa Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario: “Hoy tenemos menos terrorismo en Afganistán y en Siria, en donde se derrotó al Estado Islámico. El segundo objetivo, el de estabilizar la democracia en el país, fue un completo fracaso”.
El mundo mira pasmado el rápido acontecer de los hechos mientras se preparan encuentros y cumbres para decidir qué hacer ante la nueva realidad. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá este lunes, mientras el gobierno alemán reconoce que “todos” en la comunidad internacional se equivocaron al evaluar la situación en Afganistán. “No hay nada que disimular: todos -el Gobierno alemán, los servicios de inteligencia, la comunidad internacional- hemos evaluado erróneamente la situación”, dijo el ministro de Exteriores, Heiko Maas. El presidente Biden también se dirigirá a su nación en las próximas horas.
El pánico se ha apoderado especialmente de aquellos que colaboraron de alguna manera (traducción, por ejemplo) con los occidentales. Más de 20.000 visados se están tramitando con urgencia para ellos, aseguraron EE.UU. y sus aliados. Otros 50.000 están a la espera.
“Tendrán que estar muy comprometidos para que este control talibán no derive en una violación masiva de los derechos humanos”, explica Jassir, “es posible que eso comience a ocurrir”. El régimen talibán pretende imponer una de las interpretaciones más radicales de la sharia (ley islámica). Durante su gobierno entre 1996 y 2001 las mujeres no tenían acceso a la educación, tenían prohibido trabajar y salir a la calle sin un hombre cercano a su lado.
“Decir que la intervención occidental no sirvió para nada no es correcto en ese sentido”, explica Cuéllar. Según Amnistía Internacional, hoy hay más de 3 millones de niñas recibiendo educación y las mujeres participan activamente en la vida afgana. La mayor preocupación del regreso al poder de los talibanes, agrega Cuéllar, “es que la nación se pueda volver a convertir en un resguardo seguro para grupos extremistas que puedan incubar movimientos terroristas”.
Movimientos como el del 11 de septiembre de 2001, un atentado que según Estados Unidos se planeó en tierra afgana y que motivó en un principio la invasión. Después de 20 años de guerra, la partida parece amenazar con un nuevo inicio.