Faltan siete días para que Donald Trump asuma como presidente de Estados Unidos, y el Obamacare, el programa de salud sobre el que el magnate no ha dejado de expresar aversión, ya dio un primer paso hacia su debacle.
Con 51 votos a favor y 48 en contra, el Senado, de mayoría republicana, votó ayer para que las comisiones relacionadas con el tema de salud comiencen a redactar la ley que pondrá fin al programa de asistencia médica propuesto por Barack Obama durante su gobierno.
Los siguientes en votar esta semana serán los miembros de la Cámara de Representantes, pero ya Paul Ryan, líder de este órgano legislativo, manifestó a periodistas que Trump y el Congreso se encuentran en “completa sincronía” para tumbar la reforma sanitaria del demócrata y “aliviar a los estadounidenses (20 millones) que están sufriendo bajo esta ley”.
Si la votación resulta favorable a los republicanos en la Cámara, como se prevé, el Senado tiene hasta el 27 de enero para presentar los textos con los que se comenzará a derogar la reforma, aunque el martes durante su primera rueda de prensa como presidente electo, Trump fue enfático en que la derogación y reemplazo sucederán simultáneamente y que partirán de su posesión y la de su nominado secretario de Salud, Tom Price (ver recuadro).
Así las cosas, el presidente electo logra terminar con la propuesta de campaña del anterior Gobierno, y deja a los demócratas sin una de las cartas más importantes con la que se confirmaban que en la administración de Obama hubo más que promesas.
“Aunque parezca insólito e inaceptable, Trump tiene compromisos con la gente que votó por él y deberá mostrar gestión pronto para no bajar su popularidad. Por eso va a insistir incansablemente en que se vote contra el Obamacare, con la ventaja de que para su caso se conjugan su voluntad presidencial y la mayoría en el Congreso”, reflexiona Mauricio Jaramillo, internacionalista de la Universidad del Rosario.