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España no tiene Gobierno desde febrero. En Italia se disolvió la coalición que presidía el país, hubo un llamado a elecciones y, sin comicios y con la renuncia del primer ministro, se dio paso a un nuevo gobierno. Y Reino Unido suma hoy la segunda petición de elecciones en la última semana, en medio de un desequilibrio para su primer ministro, quien con un mes en el poder perdió el respaldo del Parlamento.
Ese es el resumen de la actualidad política de tres países claves de la Unión Europea que pasan por cambios internos a causa del pulso de los actores partidistas. Con los sistemas presidencialistas de América Latina o del propio Estados Unidos, es inusual que un mandato no alcance a terminar su periodo y se convoque a elecciones anticipadas.
Pero estos países cuentan con un formato diferente al que se conoce en Colombia, y desde ahí parte el hecho de que haya jefes de gobierno –como Pedro Sánchez, en España– que están en su cargo en “funciones”, a la espera de conseguir una coalición que les permita formar gobierno y, de esta manera, poder asumir de lleno la administración para culminar el periodo.
Cuestión de sistemas
En estas naciones su sistema de gobierno es una democracia parlamentaria. Entonces, es el Parlamento el que elige al Gobierno a partir de los acuerdos de las cabezas de los partidos. Por lo tanto, el jefe de Gobierno debe negociar y conseguir el apoyo del legislativo. En caso de no lograr un consenso, este tiene incluso la potestad de forzar su dimisión y llamar a elecciones generales.
Como lo explica el profesor de política y relaciones internacionales de la U. Sergio Arboleda, Fabio Sánchez: “Es un sistema más complejo, en el que el jefe de gobierno tiene grandes limitaciones”.
Se forman coaliciones entorno a ideologías y asuntos programáticos para formar mayorías que permitan presidir el país. Los grupos que están en el poder deben rendirse cuentas entre sí, y si se presenta una fractura, tienen la potestad de disolver la unión, renegociar y hasta pedir otros comicios.
En la práctica, esto se traduce en lo que ocurrió en Italia cuando el exministro del Interior, Matteo Salvini, de la Liga Norte, disolvió la coalición que tenía con el primer ministro, Giuseppe Conte, del Movimiento 5 Estrellas, sugirió llamar a elecciones. Salvini quiso crear un caos político a su favor y no lo logró porque Conte renunció a su cargo y en cuestión de días pudo negociar una nueva alianza de gobierno con el Partido Demócrata.
O en España, en febrero, cuando Sánchez no logró que el Parlamento aprobara su proyecto de presupuestos, perdió la mayoría, convocó a elecciones para abril y desde el resultado de esos comicios –en los que no consiguió mayoría absoluta– su Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Unidas Podemos, de Pablo Iglesias, están en negociaciones para formar gobierno, diálogos que caducan este 23 de septiembre. Si no lo logra, España iría otra vez a elecciones generales.
Inestable, pero eficiente
A juicio del doctorando en marketing político en la Universidad Santiago de Compostela, Alejandro Contreras, ambos están ante una atomización del voto porque existen “nuevos” partidos que acabaron con los bloques bipartidistas y generaron esa reacomodación. Por lo tanto, esto lleva a gobiernos de coalición, pero con alianzas “que se rompen fácilmente generando esa inestabilidad”.
Contreras comenta que esas uniones generan contrapesos. Esa idea la refuerza la analista española, María Pinto, señalando que “en toda democracia debe de haber negociación y consenso. Una negociación sin consenso no es democracia”. Entonces, ese es el escenario de los países: negociar entre los partidos que están en el poder en el Parlamento para crear acuerdos.
No obstante, Reino Unido tiene una piedra en el zapato más grande con el Brexit y con un primer ministro como Boris Johnson, que este lunes se vuelve a medir en la Cámara de los Comunes pidiendo nuevas elecciones en una votación que está condenada a su fracaso.