Niza, Francia, despertó de luto. Tres personas fueron asesinadas en una basílica católica por un fundamentalista islámico, quien gritaba frases de “Alá es grande” cuando fue arrestado. La escena ocurrió en la mañana del jueves y desencadenó una fractura diplomática entre el gobierno de Emmanuel Macron y países musulmanes.
Y es que el mandatario calificó lo sucedido como un “atentado terrorista islamista”, vinculando directamente al agresor con la religión musulmana. Por eso Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Jordania le pidieron separar el caso de homicidio de la creencia mayoritaria que profesan sus ciudadanos.
Este es el tercer capítulo de violencia impulsada por el fundamentalísimo religioso que ocurre en Francia en el último mes. El primero se presentó el 25 de septiembre donde estaba el semanario Charlie Hebdo, la misma revista satírica que fue blanco de un tiroteo que acabó con la vida de doce colaboradores en 2015.
Allí un hombre hirió con arma blanca a dos personas y la escena se presentó el mismo día que se llevaba a cabo el juicio contra los implicados en esa masacre. El segundo fue el 16 de octubre, cuando un profesor que mostró una caricatura de Mahoma en clase fue degollado en París.
Por este caso los gobiernos de Francia y Turquía pasan por una crisis en sus relaciones bilaterales porque el primero ha defendido la libertad de expresión y de cátedra, mientras la administración de Recep Tayyip Erdoğan pide a Macron sancionar a quienes han divulgado imágenes contra Mahoma y del islamismo.
Francia teme que se presenten más ataques y aumentó la seguridad en los templos católicos ante lo que parece un problema repetido.
Pero, ¿por qué esos casos son reiterativos? Luis Fernando Múnera, decano de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana, explica que la población musulmana en Francia pertenece a una migración de segunda generación que está socialmente marginada y por eso dice que los componentes de los ataques “van más allá de las creencias”.
“Los líderes de las religiones tienen discursos pacíficos, pero en las bases de la población hay fracturas ideológicas y un fundamentalismo religioso que sirve de combustible para que sucedan estos hechos”, afirma Múnera.
Aunque estos tres casos tengan en común que fueron protagonizados por seguidores del islam, más que una cuestión religiosa, develan un problema de desigualdad e integración con los musulmanes que migraron a ese país.