Los plazos son, a la vez, la mayor debilidad y la razón de ser de Juan Guaidó. Lo que hizo destacar a este político de 35 años entre otros opositores venezolanos es que, con su juramento el 23 de enero como presidente interino de Venezuela, transmitió la idea de que la salida del poder de Nicolás Maduro era una posibilidad concreta y una aspiración sin fecha.
Su promesa convenció no solo al resto de la oposición, sino a cerca de 60 países, encabezados por Estados Unidos y Colombia, que durante estos meses lo han reconocido como mandatario legítimo.
En principio, el tiempo límite para que Guaidó cumpliera con las expectativas era de 30 días, el periodo definido por la Constitución venezolana para una presidencia encargada, pero pronto el opositor se dio más aire.
A dos días de su juramento, dijo en una entrevista con la emisora venezolana Antena 3 que la transición podría durar “entre seis a nueve meses”. Un segundo plazo que comienza a agotarse este martes, cuando cuando Guaidó cumple medio año como presidente paralelo sin que Maduro dé muestras de estar cerca de irse de Miraflores.
Intentos fallidos
La de Guaidó es, de alguna forma, una historia de pulsos fallidos que, pese a eso, han llegado más lejos que los intentados por cualquier otro opositor antes que él.
Como explica Carlos Romero, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela, las dos grandes victorias de Guaidó fueron la reactivación de una oposición adormecida e instalar “una dualidad de poder” en Venezuela, por el reconocimiento internacional a su presidencia.
Pero la estrategia central, la conversión de la lealtad de las Fuerzas Armadas del bando de Maduro al de la oposición, suma sobre todo fracasos durante este medio año.
El primer intento fue el 23 de febrero, cuando el presidente interino organizó la entrada de ayudas humanitarias a Venezuela a través de las fronteras de Colombia y Brasil. Las Fuerzas Armadas, sin embargo, respaldaron en su mayoría al oficialismo y bloquearon los camiones con víveres en los puentes internacionales.
La promesa del día definitivo quedó aplazada hasta que, en la mañana del 30 de abril, Guaidó apareció en fotos junto con su mentor político, Leopoldo López, a quien liberó de su prisión domiciliaria con el apoyo de varios uniformados. Al final del día, sin embargo, Maduro seguía inamovible.
Para Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Externado, con estas salidas en falso “Guaidó ha demostrado que no tiene el apoyo completo de la oposición, de los militares o de otros actores de la sociedad”; unas fisuras que se han profundizado con las críticas que generó el anuncio el pasado 8 de julio de una mesa de negociación en Barbados entre el gobierno y los delegados de Guaidó.
Líderes históricos como María Corina Machado y Antonio Ledezma rechazaron las negociaciones, al considerarlas una nueva estrategia del chavismo para dilatar el ímpetu de la oposición, mientras se agota el tiempo de la Asamblea, que concluirá su periodo en 2021 (ver recuadro).
El tiempo, sin embargo, no es del todo un enemigo para Guaidó. Como explica el analista Ibsen Martínez, Guaidó ha conseguido suficiente “flujo de caja” por cuenta de los apoyos económicos de Estados Unidos y otros países aliados, como para mantener una especie de “gobierno en el exilio con recursos”.
El resultado, coinciden los analistas, es un empate el gobierno y oposición a término indefinido. Los días de Guaidó, señala Martínez, “no están contados”, continuarán transcurriendo como evidencia de que su mayor victoria no fue la salida de Maduro, sino la supervivencia de esa promesa