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Huyendo de las balas y las explosiones en Palestina, Fidaa Shihadeh llegó a Siria con su esposo, sus hijos y las pertenencias que cupieron en una maleta. Pero allí, en 2011, se desató una cruenta guerra civil que según el Observatorio para los Derechos Humanos de ese país, ya deja 384.000 víctimas mortales. A Fidaa no le quedó otro remedio que refugiarse con sus pequeños en el Líbano, mientras que su esposo se aventuró a llegar a esa tierra prometida que en septiembre de 2015 abrió sus fronteras a los desplazados por la violencia en Medio Oriente: Alemania.
La canciller Angela Merkel siempre ha defendido esa decisión argumentando razones humanitarias. Sin embargo hoy, cuando se cumplen cinco años del inicio de la flexibilización migratoria, Alemania se ve cada vez más rodeada de países que consideran que fue peor el remedio que la enfermedad. De hecho, se espera que este mes la Comunidad Europea presente su esperado Plan de Asilo e Inmigración, que busca generar al menos determinados consensos en el bloque.
“Nos dejó aquí y dijo que cuando obtenga el permiso de residencia, solicitará la reagrupación familiar. Yo siento que ni voy a volver a Palestina ni a ver a mi marido. Puede que muramos sin volvernos a encontrar, quién sabe...”, dice Fidaa en un testimonio recogido por el documental La doble diáspora palestina, de la realizadora Laura Arau.
Uno de los colaboradores de la pieza audiovisual, el profesor de la U. Externado y experto en Medio Oriente, Felipe Medina, en conversación con EL COLOMBIANO consideró oportuno recordar que la inmensa ola migratoria, “que ha hecho que por la frontera de Turquía crucen hacia Europa unas 2,5 millones de personas buscando refugio”, empezó con protestas civiles contra el gobierno de Bashar al-Assad.
Un sector de la sociedad siria culpa a Occidente de desatar el conflicto. Es el caso de Agnes Mariam de la Croix, monja católica greco-melquita, candidata al Nobel de Paz por su labor humanitaria en ese país, quien ha afirmado públicamente que la violencia en Siria fue “orquestada” por el gobierno de George W. Bush y sus aliados, por intereses geoestratégicos. Sin embargo, Medina considera que hay suficientes elementos para afirmar que no ocurrió así.
“Fueron los sirios quienes iniciaron con las protestas populares de 2011, particularmente en la ciudad de Daraa y fueron reprimidos por la policía. Por supuesto hay un trasfondo sociopolítico y la protesta se militarizó por los múltiples intereses de otros países, en mayor medida a aquellos que bordean el Golfo Pérsico, que empezaron a invertir dinero en grupos armados. Rápidamente se convirtió en una guerra de todos contra todos, con el surgimiento de una oposición armada de corte extremista”, explicó el experto.
Pero además, resalta Medina, hay un elemento que desencadenó la ola migratoria y que suele pasarse por alto: el surgimiento de Estado Islámico. “Desde 2014, la irrupción de esa organización criminal es la que va a provocar la mayoría de los desplazamientos forzados. Las responsabilidades entonces están repartidas en todos los actores de ese conflicto”.
“Somos capaces de lograrlo”, dijo una entusiasta Merkel en rueda de prensa, justo antes de la apertura de fronteras que empezó a regir el 4 de septiembre de 2015. Desde entonces, los refugiados no paran de llegar. Cifras de Acnur muestran que de 316.000 ese año, Alemania pasó a albergar 1’146.000 personas provenientes de Oriente Medio en 2019.
Los primeros en disgustarse fueron los países vecinos que se convirtieron en una especie de corredor. Desde 2016, Serbia, Eslovenia, Croacia y Macedonia cerraron sus fronteras a personas con peticiones de refugio en Alemania. Pero el magíster en Relaciones Internacionales y Diplomacia, Manuel Alejandro Rayran, advierte que la encrucijada de Merkel no solo proviene de afuera de su país.
Gran parte del debate se refiere a si el país puede integrar efectivamente o no a los refugiados a su sociedad, en términos de empleo, educación y seguridad social. “A Merkel la motiva mucho poder tener mano de obra barata, pero el panorama le ha cambiado. Si vamos a hablar de las problemáticas de Alemania hay que remitirse a su unificación en 1990. Muchos de quienes hoy piden que no ingresen más migrantes provienen de la antigua República Democrática, que era la zona comunista. Ellos sienten que no fueron absorbidos equitativamente por Alemania Occidental y con índices de desempleo superiores al 10 %, reclaman prioridad”, explica el experto.
Justamente en esa parte del país surgió el partido Alternativa para Alemania, de ultraderecha, que rechaza la apertura migratoria de Merkel “y recordemos que el próximo año hay elecciones federales, por eso ella se la está jugando por defender su propuesta, aunque ese partido se lo quiera cobrar en votos”.
Ello se suma a la ya mencionada tensión exterior. “Claramente a nivel regional hubo un disgusto. Países de gobiernos más conservadores, como Hungría y República Checa, que hicieron grandes reformas económicas para poder unirse a la Unión Europea, también sienten que el bloque los ha dejado de lado. Pero de otro lado están también países como Francia, donde se ha escuchado un discurso xenófobo de un sector que rechaza a los musulmanes y a los negros, con la opositora Marine Le Pen al frente”.
¿Podrá la canciller alemana seguir conteniendo la avalancha de críticas y mostrar resultados de su política migratoria? Por lo pronto, la presentación del Plan de Asilo reabrirá la discusión en Europa y tratará de resolver el reparto de los refugiados entre los países y el aporte económico alemán para ese propósito. Los efectos están por verse.
millones de personas permanecen refugiadas
en Alemania: Acnur.