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La periodista que puso al mundo contra las cuerdas

Coraje y prudencia le permitieron a Marina Walker dirigir la investigación sobre los Panamá Papers. Con 11 millones de datos aún hay golpes por dar.

  • Marina Walker, periodista argentina y vicedirectora del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. FOTO cortesía fnpi
    Marina Walker, periodista argentina y vicedirectora del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. FOTO cortesía fnpi
17 de septiembre de 2016
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En la mañana del 3 de abril de este año, el día en que se publicó la filtración sobre paraísos fiscales más grande de la historia, Marina Walker, vicedirectora del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (Icij), que desde meses antes dirigía la forma en que se procesaban los 2,6 terabytes de información, viajaba en un vuelo de California hacia Washington.

Como su trabajo era secreto y no podía ni siquiera hablarlo con las personas más cercanas, ese fin de semana tuvo que asistir a un matrimonio para no crear un clima familiar “espantoso”.

“Decidir ir, en el momento en que se publicaban los ‘Panamá Papers’, era apenas una muestra del secretismo y cuidado que tuvimos con este proyecto”: descifrar 11 millones de documentos confidenciales de la firma de abogados panameña Mossack Fonseca cómo líderes y empresarios de todo el mundo ocultaban bienes y evadían impuestos.

Walker, que estará en Medellín entre el 29 de septiembre y el primero de octubre, durante la cuarta edición del Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo, relató a EL COLOMBIANO cómo fue la aventura de poner sobre las cuerdas a los más ricos y poderosos del mundo.

¿Por qué se decidió que serían 109 medios de comunicación del mundo los involucrados en esta publicación y no dejarlo en manos de uno de los grandes, como suele ser?

“Porque cada vez era más claro que había que incorporar a más y más países para hacer justicia a tanta información, y los periodistas, de medios grandes o de medios censurados o de medios sin ánimo de lucro, periodistas que nunca habían usado un e-mail encriptado, honraron la confianza y el secreto. Al final, nos dimos cuenta de que estábamos forjando un nuevo paradigma de hacer periodismo”.

¿Cuánto costó mantener la reserva?

“Muchísimo. Mientras trabajábamos iban apareciendo noticias relacionadas, como elecciones en algunos países o las imputaciones a directivos de la Fifa. Daban muchas ganas de publicar, pero nos mantuvimos hasta el 3 abril. Ese día, cuando el teléfono no paró de sonar, me di cuenta de que habíamos tocado un nervio muy fuerte”.

¿Cree que hubo un cambio en cómo concebimos las sociedades offshore?

“Por supuesto. Las empresas offshore, que eran pensadas como legales, mostraron su verdadera naturaleza y el peligro que representan para las democracias y la igualdad. La investigación hizo que nos diéramos cuenta de cómo nos afecta en la vida diaria el hecho de que ricos y poderosos tengan un sistema económico paralelo y secreto, nos indignó que ciudadanos comunes paguemos impuestos, mientras los más pudientes no se preocupan por seguir las reglas. El resultado fue que la gente salió a las calles y protestó”.

Cinco meses después de ese 3 de abril da la impresión de que los medios tocaron a los más ricos y poderosos, pero que la sociedad olvidó fácil...

“La prensa es el cuarto poder, pero los otros poderes también tiene que actuar, especialmente la justicia. Quizás con una investigación no se cambia todo el orden social, pero si los periodistas perseveramos en afligir a los poderosos y en proteger a los afligidos, tarde o temprano lograremos una sociedad más justa y transparente”.

¿Cómo trasladaron el término transnacional al periodismo?

“Las grandes redes del mundo se mueven a través de fronteras. Quedan pocos temas nacionales, y los periodistas de investigación fuimos los últimos en darnos cuenta. Tuvimos que trabajar con grupos que iban más allá de nuestra redacción. Así logramos tomar el mundo por asalto”.

¿Qué se requiere para eso?

“Coraje y confianza. Nuestro instinto no es confiar en otros periodistas, es abatirlos. Pero los resultados sociales con esta investigación fueron tan contundentes, que ya no será difícil convencernos”.

Ya bajó la espuma, o eso percibimos. ¿Qué ha pasado durante los últimos cinco meses?

“Varios hitos. Fue muy importante publicar la base de datos de empresas y nombres involucrados, más de 300.000. Seguimos con investigaciones que se conocerán pronto. Muchos informantes se acercan, personas con data y documentos que quieren denunciar”.

Usted ha dicho que lo más grave aún no sale a la luz. ¿Por qué y a qué se refiere?

“Esta información es tan basta. Son 11 millones de documentos que, si bien hemos hecho todo el esfuerzo por procesarlos, no descartamos que haya grandes historias que no han sido encontradas. De ahí la importancia de persistir en la acción. Esta es una historia que no ha terminado, que seguirá dando por muchos años, encontrando conexiones desconocidas”.

Hubo polémica por quién financió la investigación. ¿Qué hay por decir? ¿Por qué Estados Unidos poco se menciona?

“Nosotros declaramos que el Consorcio no recibe ni un solo centavo del gobierno de Estados Unidos. En nuestro estatuto está prohibido recibir dinero de cualquier gobierno. Esas fueron cosas que surgieron de Vladimir Putin, hay que tomarlo de quién viene y simplemente ratificar que nuestro financiamiento está claramente detallado. Solo recibimos apoyo de fundaciones privadas que trabajan por temas de transparencia y también de algunos individuos”.

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