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La sal que revolucionó más que las armas

A 90 años de la marcha que sentó las bases de la noviolencia, ¿qué ha aprendido el mundo?

  • Mahatma Gandhi llegó a la playa Dandi el 6 de abril de 1930. Fue arrestado junto a unos 60.000 de sus seguidores y pasó nueve meses en prisión FOTO gETTY iMAGES
    Mahatma Gandhi llegó a la playa Dandi el 6 de abril de 1930. Fue arrestado junto a unos 60.000 de sus seguidores y pasó nueve meses en prisión FOTO gETTY iMAGES
19 de marzo de 2020
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Se recogió un poco el vestido. Miles de ojos se posaban ansiosos sobre él, como esperando una pista, una señal, luego caminó hacia el agua. Ellos tenían sed, pero de justicia. Éste era el final de la ruta. Ya habían caminado por 24 días, ¿y para qué?

Entonces él, el “mahatma”, el “alma grande”, se agachó y tomó del piso un poco de sal.

Sal. No oro del que alguna vez adornó los atuendos de los maharajás, ni siquiera carbón del que abundaba en las minas administradas por los británicos. Mahatma Gandhi sabía con exactitud que tomar entre sus manos un poco de sal, sencilla, cotidiana, gustosa, sería un acto tan revolucionario y transgresor, que dividiría la historia de su país, encaminándolo hacia la independencia. Fundaría una ideología que hoy, 90 años más tarde, sigue vigente bajo la denominación de “noviolencia”.

Un grito silencioso

El 12 de marzo de 1930, Gandhi salió de su ashram (lugar de meditación) en Ahmedabad, al noroccidente de la India, junto a otros 78 hombres en un gesto de desobediencia civil. Todo estaba calculado y no lo hicieron en secreto. Es más, la prensa estaba presente. El objetivo parecía sencillo: llegar hasta la playa Dandi, 316 kilómetros al sur, en la costa del océano Índico.

Para la época, la sal llenaba el litoral occidental de la India, pero sus ciudadanos no eran libres para extraerla o explotarla. El Imperio Británico gobernaba y encontró en dicha prohibición una forma efectiva de control social. El condimento se podía importar libremente desde la Gran Bretaña, pero solo el Imperio podía otorgar un permiso excepcional para extraerlo de las aguas del océano Índico.

Y aunque la sal era primordial, no solo como ingrediente culinario sino para la conservación de los alimentos en una época en que la refrigeración era incipiente, sobre ella pesaba un impuesto que la encarecía y la hacía de difícil acceso para los hogares.

Así lo explica Cristhian Salamanca, director de la Cámara Colombia India de Comercio e Industria, quien desde Mumbai le manifestó a EL COLOMBIANO que la caminata hasta la playa Dandi, que luego se conoció como la Marcha de la Sal, “fue un grito por los más pobres”.

“Fue una protesta importante. Gandhi consideró que ese impuesto era injusto y por eso salió desde Ahmedabad, donde había mucha gente de escasos recursos. Es un recorrido que ha inspirado a muchas personas para hacerlo de nuevo y en su momento fue un acto de desobediencia civil que logró su cometido de eliminar el gravamen. Aunque ya Gandhi había hecho actos de resistencia, esa fue la primera demostración de marcha noviolenta en India y posiblemente en el mundo”, indicó Salamanca.

A medida que la caminata avanzó por las localidades de Jambusar, Samni y Surat (ver mapa), se fueron sumando ciudadanos movidos por la indignación y el hambre, hasta que fueron miles los que llegaron al mar y empezaron a recoger la sal en sus propios recipientes. Así lo reseña la escritora Ines Belski Lagazzi, quien añade que “los indios permanecieron tranquilos a pesar de las palizas de los policías y los arrestos, dejándose golpear con palos y cartuchos de rifles sin agacharse ni obedecer. Los indios demostraron que el poder de Inglaterra estaba en declive. Solo se necesitaba más tiempo”.

¿Ha servido de algo?

Aunque se expandió por todo el mundo como una forma legítima de manifestación popular, en medio del efectismo que domina hoy los discursos políticos hay quienes cuestionan la valía de la noviolencia. Incluso, desde posturas radicales se le ha tildado de ineficaz, engañosa, estatizada, tácticamente inferior, pasiva o incluso racista. Es el caso del escritor, activista y anarquista estadounidense Peter Gelderloos, quien además señala el proceso de resistencia india frente a los británicos como un ejemplo de “tergiversación histórica”.

“Muchas de las presiones violentas también llevaron a los británicos a la decisión de renunciar a la administración colonial directa. Gandhi fue quizás la figura más singular, influyente y popular en la lucha por la independencia índia, pero la posición de liderazgo que asumió no siempre disfrutó del apoyo de las masas y cuando fue encarcelado por primera vez, en 1922, no se levantó ni una voz de protesta. La noviolencia ignora importantes líderes militantes, como Chandrasekhar Azad, quien combatió en la lucha armada contra los colonos británicos, o revolucionarios como Bhagat Singh, quien ganó un apoyo masivo hacia los bombardeos y los asesinatos como parte de la lucha por la descolonización”, escribió Gelderloos en su libro La noviolencia protege al Estado.

Pero una postura distinta sostiene Óscar Useche, director del Instituto de Noviolencia y Acción Ciudadana por la Paz (Innovapaz), quien asegura que “la noviolencia hoy tiene más vigencia que nunca. Si la despojamos de esa distorsión que la equipara a la pasividad, podemos recordar que el mismo Gandhi diferenciaba entre dos tipos de pacifismo, uno que él llamaba ‘débil’, que apelaba la resignación y la quietud; y otro ‘fuerte’ que era la noviolencia, una movilización permanente de desobediencia civil a las leyes injustas en cualquier lugar”.

Para el experto, “la Marcha de la Sal demostró la eficiencia de movilizar miles de personas”, una tesis que apoya Cristhian Salamanca al señalar que “hoy en India la noviolencia tiene una capacidad eficiente de convocatoria, como en el caso de los atentados de 2008 en Mumbai, o en el rechazo a las violaciones grupales que han sufrido las mujeres del país. Y ha quedado claro que si el gobierno de turno no reacciona, puede implicar el fin de su mandato”.

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