El 25 de septiembre, apenas una semana antes de que se conociera su contagio por coronavirus, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó Atlanta, la capital de Georgia, estado determinante en el Sureste, región poblada tradicionalmente por afroamericanos.
Allí, en contraste con la actitud represiva que adoptó durante las protestas antirracistas por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de policías, prometió “crear 3 millones de puestos de trabajo para la comunidad negra y abrir 500 mil nuevos negocios con propietarios negros”.
Y lo propio había hecho el contrincante demócrata Joe Biden en Kenosha, Wisconsin, escenario de otro caso de abuso policial contra el afroamericano Jacob Blake. El 4 de septiembre, Biden asistió allí a una iglesia luterana, en la que se reunió con empresarios y autoridades, y prometió ser “el presidente de la unidad y contra el odio”.
Publico afro e iglesias, no son elecciones casuales en la carrera por la Casa Blanca que tiene mucho de demografía. ¿Pero por qué en Estados Unidos el perfil del elector puede llegar a ser tan crucial? Los datos que arroja una reciente investigación del Pew Research Center, uno de los más reputados centros de pensamiento con sede en Washington, pueden dar luces para comprender el fenómeno (ver gráfico).
Un sondeo realizado entre votantes registrados entre 2018 y 2019 permite concluir que “los republicanos tienen amplias ventajas en la identificación de partido entre varios grupos, incluidos los hombres blancos sin título universitario, las personas que viven en comunidades rurales en el sur y los que asisten con frecuencia a los servicios religiosos, mientras que los demócratas tienen ventajas formidables entre un grupo de votantes contrastantes, como las mujeres negras, los residentes de comunidades urbanas en el noreste y las personas sin afiliación religiosa”.
Concluye el estudio que “el electorado estadounidense continúa profundamente dividido por raza y etnia, educación, género, edad, religión”, sin embargo, en las últimas dos décadas ha habido cambios profundos en la composición del electorado: los votantes blancos disminuyeron, del 85 % en 1996 al 69 % en 2019; y la creciente diversidad racial y étnica en el electorado ha cambiado sustancialmente la composición del partido Demócrata: cuatro de cada diez demócratas registrados ahora son de identidad racial no blanca; lo que contrasta con los escasos cambios del electorado republicano.
En conversación con EL COLOMBIANO, la magíster en Administración Pública y Relaciones Internacionales de la U. de Syracuse, Ana Marcela Paredes, explicó este fenómeno por “la alta polarización que hay en el país, que en su contexto reciente se traduce en una tensión en la sociedad. Y esto, de cara a las elecciones, se traduce para la gente en una motivación para su participación, para pronunciarse frente a todas estas injusticias de las que un sector de la población se siente objeto”.
Por su parte, el consultor en Estrategia y docente de la Universidad Militar Nueva Granada, Alejandro Godoy, concordó en que “estas son las elecciones más polarizadas de la historia de EE. UU.” y acotó que Mike Pence, fórmula vicepresidencial de Trump “es una de las figuras más relevantes del ala cristiana más importante de ese país y por eso también tiene un gran peso en la contienda”. Biden, por su parte “eligió como su fórmula a Kamala Harris, de raíces migrantes de India y Jamaica y eso también hace clic con esa minoría afro que hoy se siente tan desgastada”, dijo.
Finalmente, acotó que “hay un perfil del estadounidense promedio, muy bien ironizado por Los Simpsons, de ese padre de familia que no accedió a la educación superior y que tiende a creer en noticias falsas, teorías conspirativas y portales de internet como Q’anon, con una audiencia de hasta 10 millones de personas al mes, que ha acusado a los demócratas de hacer misas falsas y de pederastia. Ese también puede ser un ingrediente determinante en el resultado del próximo martes”.