Después de perder a su embajador en Turquía y de cercar por completo el este de Alepo, el presidente ruso le hizo un pedido a su Ministerio de Defensa que ayer alertó al mundo.
Vladimir Putin exigió fortalecer el potencial de sus fuerzas estratégicas con nuevos cohetes, “capaces de superar de manera garantizada los actuales sistemas de defensa antimisiles y aquellos que se encuentran en desarrollo”.
En 2017, según solicito el mandatario durante el encuentro con sus funcionarios, el país también deberá tener el desarrollo equilibrado de todas las ramas de la Fuerzas Armadas, el empleo de armamento de alta precisión, medios modernos de telecomunicación y lucha electrónica.
Además, las fuerzas estratégicas convencionales deberán ser elevadas a un “nuevo nivel cualitativo, que permita neutralizar cualquier amenaza militar contra Rusia”.
En medio de complejas coyunturas internacionales que vinculan al país, el blindaje de Rusia parece ser un mensaje para reforzar la idea de que esa nación sigue siendo fuerte militarmente y de que Putin no es un líder débil ante quienes amenazan a su cuerpo diplomático, y ante quienes insisten en extender y agravar las sanciones en su contra (ONU, Alemania y Estados Unidos) por su cuestionada intervención en Siria.
Así lo infiere Rafael Piñeros, experto en Seguridad y Terrorismo de la Universidad Externado, para quien además de los sucedido esta semana en Siria y Turquía, desde el punto de vista estructural, Rusia se dio cuenta de que los fluctuantes precios del petróleo dejan ver una debilidad financiera que no ayuda al momento de defenderse de sus enemigos.
No obstante, esa misma debilidad lo lleva a pensar que Rusia no está en capacidad de crear un nuevo proyecto de armamento que le permita competir contra Estados Unidos, y su declaración de ayer, aunque preocupante, “es netamente coyuntural”.
Tensa relación con Turquía
Otra es la percepción de Carlos Humberto Cascante, director del Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte. Para él, Rusia realmente sintió como un ataque el asesinato de su embajador en Turquía, Andrei Karlov, a manos de Merlt Artintas, un expolicía que, se presume, pertenecía a la organización terrorista Frente Al Nusra.
Así las cosas, la relación con Turquía podría debilitarse luego de un intento de reconciliación. Y es que en noviembre de 2015, cuando Turquía derribó un avión de combate ruso por supuestamente violar su espacio aéreo, las tensiones entre ambos países parecían irreversibles.
Luego, pese a que el lazo Rusia-Turquía ha sido históricamente complejo , porque son “dos potencias militares y económicas que naturalmente chocan por compartir una misma zona de influencia, ese límite entre Europa y Asia”, dice Cascante, la intervención en Siria fue la excusa para recomponer el camino e incluso plantear que hubiera un cambio de alianzas estratégicas entre Oriente y Occidente.
Ahora, concluye el experto, queda la duda de si con una más fuerte estrategia de defensa, Rusia se quiera defender de Turquía o configurar un bloque con ese país y con su eterno aliado, Estados Unidos, ahora en manos de Donald Trump.