En una medida inesperada y poco ortodoxa, el presidente Nicolás Maduro le comunicó a los venezolanos que a partir del lunes tendrían solo 72 horas para entregar a la banca pública todos los billetes de 100 bolívares que tuvieran en su poder.
Valiéndose de los poderes que le da el decreto de emergencia económica que firmó en septiembre, el mandatario ordenó en tiempo extra la salida de circulación de este billete, el de mayor denominación en ese país, que además representa el 48 % del efectivo que circula en esa economía.
Al anuncio le siguió otro que involucra a Colombia. Maduro ordenó en la noche de ayer el cierre de la frontera durante 72 horas para evitar el contrabando de divisas, y argumentando que en los puntos fronterizos “todas las casas de cambio están en manos de mafias de la derecha”.
Aunque al cierre de esta edición, el Gobierno de Colombia no se había pronunciado, según denuncias del ministro de Relaciones Interiores de Venezuela, Néstor Reverol, las autoridades del país vecino detectaron la salida de más de “300 millardos de bolívares” en efectivo a través de “organizaciones no gubernamentales contratadas por el Departamento del Tesoro norteamericano, del gobierno norteamericano, con la finalidad de sacar el dinero del territorio por Colombia y asfixiar el sistema financiero nacional”.
Durante una transmisión televisada, Reverol sostuvo que dichas organizaciones no gubernamentales, cuyos nombres no reveló, usan a “grupos de delincuencia organizada” para sacar el dinero efectivo a través de Colombia para luego enviarlo a Europa y Asia, dinámica que él mismo llamó: “guerra económica” de los opositores contra Maduro.
A Nelly Valencia, docente de la Universidad Central de Venezuela, la teoría le parece descabellada, y no termina de entender las razones por las que el Gobierno lanzó una medida que requiere tal logística y tensiones diplomáticas.
“No entiendo qué hay políticamente o económicamente detrás, pero como ciudadana lo vivo muy mal. Tenemos dos días para cambiar los billetes que estábamos protegiendo en casa, previendo que dejaran de circular y temiendo que las transacciones fueran cada vez más difíciles. No puedo ni imaginar las colas, los robos y el caos”, advierte la politóloga.