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A punta de cenas a ciegas financian proyecto de inclusión en Medellín

Fundación Aula 5 Sentidos organiza encuentros donde se experimenta cómo es vivir con discapacidad visual y descubrir cómo las personas que la padecen logran salir adelante.

  • 17 encuentros se han realizado hasta ahora. La experiencia se diversifica para entregarle a los asistentes una vivencia especial. FOTO: TOMADO DE INSTAGRAM
    17 encuentros se han realizado hasta ahora. La experiencia se diversifica para entregarle a los asistentes una vivencia especial. FOTO: TOMADO DE INSTAGRAM
hace 11 horas
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Sí, para muchos puede sonar a cliché o a una de esas frases baratas de superación y motivación, pero una de las conclusiones de esta historia podría ser que cuando la oscuridad en ciernes es tan cegadora, es ahí cuando las oportunidades de brillar y salir adelante más destacan.

O sino que lo diga Kelly Ortiz Suaza, docente, directora y fundadora de la Fundación Aula 5 Sentidos, la mente maestra de la Cena a Ciegas, una actividad que se hace cada cierto tiempo en uno de los restaurante de la ciudad y que tiene como fin tener una experiencia cercana a lo que es vivir con discapacidad visual y descubrir cómo las personas que la padecen viven satisfactoriamente su cotidianidad.

Hay que aclarar de entrada que no se trata de citas a ciegas, como las películas románticas gringas, sino que las Cenas a Ciegas son un espacio que combina una noche especial para compartir aprendizajes que generalmente escapan de las experiencias convencionales.

Según Kelly, Cena a Ciegas surgió como una idea de rebuscarse el sustento para la fundación y mantenerla viva más allá de los once años que ya lleva funcionando brindándole acompañamiento por medio de “profes” voluntarios a niños con discapacidad visual y baja visión así como a sus familias.

Y si bien la labor de la fundación es muy importante, las afugias económicas siempre pesan. De hecho, según Kelly han sido varias las veces en que han sentido cerca la posibilidad de cerrar. Por eso, de alguna forma se rebuscan con bazares y rifas entre amigos, conocidos y allegados a la Fundación.

“Entre tantas crisis, en una madrugada que no podía dormir me puse a buscar opciones para conseguir plata par sostenernos. Y ahí me surgió la idea de ofrecer una experiencia única pero que también sensibilizara a las personas sobre la población con discapacidad visual. Queríamos que la actividad no solo fuera para recoger fondos sino que también dejara una enseñanza. En la búsqueda de eso empezamos a mirar qué hacer y un amigo me sugirió hacer la actividad en un restaurante. Ahí nació la Cena a Ciegas”, recordó.

La primera Cena a Ciegas, se realizó el 31 de julio del 2021 en un café-restaurante en el barrio Moravia, al nororiente de Medellín, el cual quedaba en un cuarto piso. Fue toda una experiencia para los convidados ese día recorrer el espacio con los ojos vendados acompañados de otras personas ciegas.

“Esa primera vez me puse a pensar que actividades podíamos hacer, porque la idea era que disfrutaran la comida con los ojos vendados pero también que conocieran lo que hacemos en la fundación. Entonces, antes de la cena, cuando ellos recorrían las escalas, les poníamos aromas de perfumes o de plantas medicinales. Y ya arriba, hacíamos otras cosas”.

Ese día hubo canto y una actividad conocida como la caja misteriosa en la que los participantes, con sus ojos vendados, metían las manos dentro de una caja con serpentinas. Dentro de esta había animales de plástico y otros elementos que debían identificar y describir con el tacto; un asunto sencillo pero que puede resultar retador cuando no se tiene la vista activa.

Luego vino el “plato fuerte” de la Cena a Ciegas que fue la servida de los alimentos. A muchos comensales les dio dificultad un acto tan sencillo como trinchar la carne, a otros se les resultó cayendo la comida, y otros más despreocupados eligieron usar sus manos para alimentarse. Sin duda un reflejo de las situaciones que vivieron de alguna forma los ciegos de la ciudad.

“En el postre no les dijimos de que era el plato y se lo comieron vendados. Creo que el postre fue de maracuyá pero algunos dijeron que eran de una fruta que nada que ver en el menú. Otros le hallaron texturas y sabores diferentes. Ahí mostrábamos lo importante de ser consciente de los olores y los sabores a la hora de alimentarse”, recordó Kelly.

En otra parte de la actividad a los presentes se les pidió hacer un dibujo pero por medio de instrucciones, un asunto que resulta más sencillo decir que hacer cuando falta la vista, porque en esas circunstancias, un acto tan repetitivo como escribir el nombre se vuelve un reto.

El evento fue un rotundo éxito que caló con fuerza entre los participantes y desde entonces se han hecho 17 versiones más que congregan en promedio entre 25 a 30 personas. En alguna ocasión llegaron a ser hasta 50 los comensales reunidos.

“Desde ahí empezamos a pulir más y más las Cenas y ya tratamos de que en cada una haya actividades de sensibilización diferentes porque hay gente que repite mucho la actividad. A veces los pongo a bailar, a veces les pongo a interactuar con quienes asistieron, o que se busquen de un punto a otro del salón por medio de sonidos”, comentó la directora quien según dijo las Cenas a Ciegas son una experiencia única en todo el país.

Según ella, los participantes de las Cenas a Ciegas se ríen, se asombran, pero sobre todo reflexionan durante la misma toda vez que el encuentro es una aproximación de cómo es la vida de las personas con discapacidad visual.

“Esta es una experiencia nueva. Estar con los ojos vendados simulando que no puede ver es algo muy difícil porque uno siente inseguridad en cada paso o en cada cosa que hace. Pero luego de vivir la experiencia se siente que es una actividad muy bonita porque muestra una perspectiva diferente de como ver el mundo y la vida”, destacó una de las participantes.

Y su comentario lleva razón pues en el encuentro es habitual ver como al principio moverse por el espacio es todo un reto para quienes participan. De a poco la confianza en los guías va aflorando y los pasos se van dando cada vez más con un poco de soltura.

Igual sucede con el resto de actividades propuestas por los organizadores. La temeridad y la falta de confianza se van dejando de a poco de lado cuando los demás sentidos se van despertando ante la ausencia de la vista, aunque en ese “despertar” de sensaciones la información recibida sea diferente a la que se percibe una vez los comensales se retiran la venda.

“De hecho, dentro de las Cenas, tenemos espacios con personas ciegas donde la gente les puede preguntar sobre los aspectos de la vida que muchas veces causan curiosidad. Por ejemplo cómo ‘ve’ la vida un ciego, cómo se mueven por la ciudad, cómo cocinan o cómo hacen un montón de cosas que para nosotros son cotidianas. Acá la gente se va con una mentalidad diferente, las personas salen muy conscientes no solo de lo que es la población con discapacidad visual sino que implica la ceguera y como cuidarse de ella”, destacó.

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