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Una colombiana dirige la mayor iniciativa de restauración de tierras degradadas en América Latina

Se trata de Alejandra Laina, quien acaba de ser nombrada directora de la Iniciativa 20x20, una alianza de 18 países que busca restaurar más de 50 millones de hectáreas degradadas en el continente antes del año 2030.

  • Alejandra Laina lidera la restauración de tierras degradadas en América Latina. FOTO cortesía
    Alejandra Laina lidera la restauración de tierras degradadas en América Latina. FOTO cortesía
hace 5 horas
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En Puerto Varas, al sur de Chile, mientras ministros de Ambiente y Agricultura firmaban la Declaración para restaurar millones de hectáreas de tierras degradadas, la colombiana Alejandra Laina asumía un reto continental: ser la nueva directora de la Iniciativa 20x20, que liderará el esfuerzo de 18 países de América Latina y el Caribe por recuperar más de 50 millones de hectáreas al año 2030.

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Además, con una trayectoria en conservación y gestión ambiental, Laina encabeza desde la gerencia de Recursos Naturales del World Resources Institute (WRI), la secretaría técnica de la iniciativa que articula a gobiernos, comunidades y aliados estratégicos en torno a proyectos de restauración, innovación y financiamiento sostenible.

En EL COLOMBIANO hablamos con ella de los desafíos del rol que asumió y del poder restaurador de trabajar en red.

¿Por qué nació este esfuerzo conjunto entre países de América Latina y el Caribe?

“La Iniciativa 20x20 es una iniciativa voluntaria de restauración que nació a partir de la COP 20 en Lima —realizada en el 2014—, cuando los países de Latinoamérica y de África quisieron establecer metas conjuntas de restauración articuladas a sus propios contextos. En el caso de América Latina, surgió 20x20, y en África una iniciativa hermana llamada AFR100. Vale aclarar que las metas no son mandatorias dentro de las convenciones internacionales, pero esta alianza promueve la articulación entre países y gobiernos para lograr objetivos que transformen la situación de las tierras degradadas en la región. Hoy, 20x20 está integrada por 18 países de América Latina y el Caribe y es liderada por ellos mismos”.

A más de una década del lanzamiento de la iniciativa, ¿cuáles han sido los principales logros y aprendizajes?

“Uno de los principales logros ha sido demostrar que trabajar de manera voluntaria requiere una articulación aún más profunda, ya que no se trata de cumplir una obligación impuesta, sino de un compromiso propio con las metas regionales de restauración. Otro aprendizaje clave ha sido el rol de la Secretaría Técnica —que lideramos desde el WRI— como soporte para avanzar en las metas desde cuatro frentes: políticas públicas, monitoreo, financiamiento y aprendizaje. También hemos aprendido a alinear las metas gubernamentales con el apoyo de socios técnicos y financieros, en contextos muy complejos”.

¿Cómo funciona la iniciativa en la práctica? ¿Qué tipos de proyectos apoya y cuál es el rol de los gobiernos, las comunidades y el sector privado?

“En la práctica, la iniciativa funciona a través del acompañamiento técnico que brinda la Secretaría a los países. Ayudamos a generar conexiones con socios, identificar fuentes de financiamiento e identificar los principales cuellos de botella que impiden avanzar hacia las metas. Cada país asumió un compromiso de restaurar una determinada cantidad de hectáreas, pero para lograrlo debe crear condiciones habilitantes. Por eso trabajamos con lo que llamamos ‘eaceleradores’f: espacios de intercambio, aprendizaje y construcción conjunta de soluciones. Existen aceleradores de política, de monitoreo, y actualmente promovemos uno de género, que aborda metas de restauración vinculadas a la equidad en la región”.

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En la reciente cumbre de Puerto Varas se firmó una declaración conjunta. ¿Qué compromisos concretos asumieron los países y por qué son significativos para la región?

“La declaración fue el resultado de un trabajo articulado que permitió a los países acordar temas clave. Primero, trabajar con base en la estrategia presentada por la Secretaría Técnica para acelerar los procesos de restauración. Segundo, vincular las agendas globales de cambio climático, desertificación y biodiversidad, reconociendo que la restauración es una solución transversal a las tres crisis. Tercero, fortalecer la cooperación Sur-Sur, clave para compartir aprendizajes entre países del sur global que albergan grandes bosques. Finalmente, se resaltó la necesidad de innovar en mecanismos de financiamiento, no solo para recuperar áreas degradadas, sino también para restaurar servicios ecosistémicos y escalar impactos positivos en las comunidades”.

¿Qué significa para usted asumir la dirección de esta iniciativa y qué desafíos vislumbra en este nuevo rol?

“Es un reto enorme. Estamos hablando de 18 países, más de 130 socios técnicos, cerca de 30 socios financieros y una meta ambiciosa al 2030. Implica encontrar puntos de articulación, pensar estratégicamente en lo que vendrá después del 2030 y, sobre todo, liderar un equipo conformado completamente por mujeres. Me siento muy orgullosa, y también comprometida con una visión de género que permita innovar en la forma en que alcanzamos nuestras metas. El gran desafío es cómo trabajamos colaborativamente con nuestros socios y los países para lograr un verdadero impacto”.

Colombia ha tenido un papel activo en temas de restauración. ¿Qué aprendizajes desde lo local pueden inspirar a otros países de la región?

“Colombia ha entendido que la restauración no es solo tarea del Ministerio de Ambiente. Hoy también forma parte de la Reforma Rural Integral liderada por el Ministerio de Agricultura. Eso demuestra que restaurar debe ser una causa común entre múltiples sectores: ambiente, agricultura, comercio, entre otros. Además, Colombia ha sido innovadora en legislación ambiental, lo cual permite mostrar avances importantes en la región. También hemos logrado articular las agendas de biodiversidad y cambio climático, como lo evidencian nuestro Plan Nacional de Biodiversidad y las metas definidas en nuestra Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC)”.

¿Por qué es urgente restaurar tierras degradadas hoy y cómo puede ese esfuerzo cambiar la vida de las comunidades más afectadas por la crisis ambiental?

“Restaurar tierras degradadas es saldar una deuda histórica. La deforestación ha crecido y esto afecta directamente nuestra seguridad alimentaria, disponibilidad de agua y la resiliencia de los ecosistemas frente al cambio climático. La restauración no se trata solo de compensar, sino de volver funcionales los paisajes para que las comunidades puedan beneficiarse. Si recuperamos los ecosistemas, también recuperamos la capacidad de producir de forma sostenible, generar ingresos y mejorar la calidad de vida. A veces no se entiende ese vínculo, pero es fundamental: restaurar paisajes es restaurar oportunidades”.

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