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La Antártida es de una blancura infinita. Su centro está a 11.377 kilómetros de Medellín, en el hemisferio sur de la Tierra. Su cubierta de hielo abarca el 98 % de su territorio, que mide una tercera parte de América. Puro hielo con un frágil ecosistema que lucha contra su ambiente extremo y los desechos humanos. Crecen algunas algas, musgos, hongos y helechos, y al mismo tiempo merodean pingüinos, ballenas jorobadas, morsas, focas y elefantes marinos que juegan y viven entre lo que se envía de otras partes del planeta: frascos de lociones, empaques y galones de plástico.
“Todo en el planeta está conectado, lo que hagamos acá se sentirá allá”, reflexiona el artista plástico antioqueño Santiago Vélez Salamanca, luego del viaje que hizo durante 16 días al continente blanco. Estuvo entre enero y febrero con un grupo de 24 oceanógrafos, glaciólogos, geólogos, físicos e ingenieros de la VI Expedición Científica de Colombia a la Antártica que desarrollaron 15 proyectos para estudiar el comportamiento del mar, el uso de la luz y la óptica para la navegación, la actividad aérea y los rayos ultravioleta.
Cinco de ellos trabajaron a bordo de buques como el Hespérides de España, Laura Bassi de Italia y BAP Carrasco de Perú. Los 19 investigadores restantes hicieron la fase de campo en colaboración internacional con Argentina, Bulgaria, Brasil, Chile, Ecuador, España y Polonia.
De acuerdo con el Consejo de Administradores de Programas Antárticos Nacionales —COMNAP–, 28 países tienen estaciones de investigación permanentes y temporales (en el verano austral) en la Antártida. De Suramérica, con base permanente, están Argentina (6), Chile (5), Brasil (2) y Ecuador (1). Colombia no tiene derecho a estación porque no es miembro consultivo del Tratado Antártico (ver Radiografía).
La misión despegó el 17 de enero desde Bogotá rumbo a Punta Arenas, extremo sur de Chile, en un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), que tiene capacidad de viajar largas distancias y hacer aterrizajes en pistas cortas. En otras ocasiones se ha usado el buque insignia colombiano ARC 20 de Julio, construido en Cartagena, para viajar en cuatro de las seis expediciones que se comenzaron a hacer desde 2014.
La delegación viajó (y en general así es) en el verano austral, época del año en la que hay luz durante casi 24 horas del día y el clima es de aproximadamente 0 grados centígrados (en invierno puede rondar los -80 grados). Desde Punta Arenas, los investigadores zarparon en un buque de la armada chilena hasta la isla Rey Jorge, la más grande y cercana a América de la Antártida. Al día siguiente salieron en un buque chileno a la isla de Greenwich, donde está la base ecuatoriana en la que se quedó Santiago.
Cada expedicionario colombiano fue enviado a estaciones de otros países según el tipo de investigación. La comunicación fue una de las partes complejas del viaje. “No teníamos Internet, había un correo que podíamos usar con varias limitaciones y teníamos un celular para 20 personas (10 militares y 10 expedicionarios). Cada uno podía apuntar solo dos contactos de WhatsApp, pero de los 16 días solo alcancé a conectarme unas seis veces”, explica Vélez, quien estuvo en la estación Pedro Vicente Maldonado de Ecuador, equipada como las demás para resistir las inclemencias del clima e, incluso pueden estar cubiertas completamente de nieve.
La base lo equipó, como a los demás miembros ecuatorianos, con ropa reflectiva (para no perderse entre la nieve) de tres capas, gorros y guantes especiales para protegerse de la radiación ultravioleta del sol, que irradia durante 22 horas del día y se esconde levemente en las dos restantes. Hicieron recorridos por territorios como la isla Barrientos, donde avistaron colonias de pingüinos Barbijo, Juanito y Papúa, “fascinantes aves que se ganaron la simpatía de los expedicionarios por su torpeza al andar, por la curiosidad con la que se acercaban y por ser unos nadadores impresionantes”, relata en su diario de viaje Santiago.
El color blanquecino de la Antártida cambia en el verano, cuando se deshiela el paisaje. “Se hacen visibles kilómetros de tierra y rocas, pero no se ve ni un árbol ni una flor”. Habla también de la foca Weddell, mamífero que puede sumergirse cientos de metros dentro del mar hasta una hora y “siempre encuentra la forma de volver y salir a respirar por un agujero”.
Una mañana salieron a pasear por la isla Greenwich y se toparon con un fragmento de glaciar que se había desprendido. Corrieron a abrazarlo y a besarlo, luego extrajeron un pequeño bloque de 20 cm, para rematar tomando un whisky “con hielo milenario”.
El capitán de navío, Juan Camilo Forero, secretario ejecutivo de la Comisión Colombiana del Océano y director del Programa Antártico Colombiano (PAC), explica que se han hecho investigaciones científicas en diferentes aspectos: “Fisiología en ambientes extremos, temas de cartografía náutica, qué sucede con las ballenas jorobadas que se alimentan en la Antártida y llegan a tener sus crías en nuestro Pacífico, nos interesa entender esa conexión de por qué llegan a donde llegan y en qué condiciones, cómo se comporta el clima, cómo reacciona al cambio climático y cómo es la dinámica de los glaciales, cuánto casco polar se está perdiendo o si se recupera en una zona”.
Desde hace tres años se incluye a un artista entre los investigadores de las expediciones científicas. La primera fue Natalia López “La Reina”, que realizó una serie fotográfica a partir de su viaje. Ahora coordina el Proyecto Colombiano de Arte en Antártida y busca artistas que puedan hacer proyectos que se ajusten a esa experiencia. “De alguna manera el arte está más cerca de la parte emocional del ser humano y por ende puede captar el interés tanto en los campos de las ciencias naturales, ciencias militares y sociales como en la política y cultura de un país”, dice.
El proyecto de Santiago es una Beca de Circulación Nacional e Internacional para Artistas del Ministerio de Cultura. Atlas de un continente que no existe, como le llamó, surge por varias coincidencias. En muchos mapamundis encontró que no se incluye a la Antártida en sus referencias, es un área que no contiene países ni división geopolítica, no hay fronteras y los habitantes permanentes son muy pocos. “Así mismo, la idea de no existencia viene de que el 80 o 90 % de la geografía de la Antártida aún no ha sido cartografiada, en parte porque la nieve borra completamente el territorio”.
Esa invisibilidad del lugar junto a los resultados de los profesionales de otras disciplinas, será el material que presentará junto a dibujos de mapas con luz y radiación, y trazados cartográficos con georreferenciación. Su exposición estaba preparada para presentarse en la galería de Medellín Lokkus, pero tuvo que ser postergada por la pandemia. Los resultados de su trabajo se puede ver en el sitio web y las redes sociales del proyecto Viajelogía.
Periodista. Estudiante de maestría en Estudios y Creación Audiovisual.