viernes
no aplica
no aplica
El planeta podría verse a gatas para capturar buena parte del dióxido de carbono emitido pues lo árboles de la Amazonia viven hoy como las nuevas generaciones; crecen rápido y... mueren pronto.
Un estudio publicado en Nature reveló que esa captura se ha reducido. Los bosques están perdiendo su capacidad de capturar carbono en la atmósfera de acuerdo con la investigación que examinó 30 años de datos de parcelas forestales permanentes en el que participaron cerca de 100 investigadores encabezados por Roel Brienen, de la Universidad de Leeds en el Reino Unido.
Las noticias no son buenas, pues sugieren que habría que disminuir mucho las emisiones para lidiar con el cambio climático.
Mientras en los 90 capturaban 2 billones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera, hoy se redujo a la mitad, siendo superada esa capacidad por la emisión de gases de América Latina.
Brienen indicó en un comunicado de prensa que “las tasas de mortalidad de los árboles se incrementó más de un 30% desde mediados de los 80, y esto está afectando la capacidad para almacenar carbono.”
La selva ha ayudado a aliviar el cambio climático almacenando carbono, pero si disminuye esa capacidad el problema es grande.
El aumento de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera –ingrediente clave para la fotosíntesis– resultó inicialmente en la estimulación de las tasas de crecimiento de los árboles. Pero ese carbono extra parece tener consecuencias inesperadas.
Oliver Phillips, coautor, también de esa Universidad, explicó que “con el tiempo, la estimulación del crecimiento hace que los árboles simplemente vivan más rápido, y también que mueran más jóvenes”.
Esteban Álvarez-Dávila, coordinador del Grupo de Investigación Servicios Ecosistémicos y Cambio Climático del Jardín Botánico de Medellín, fue uno de los participantes en el estudio y lo resumió así en diálogo con EL COLOMBIANO: “La mayor concentración de dióxido de carbono tiene dos efectos: incrementa la variabilidad climática que en Amazonia se ha manifestado con la incidencia de dos grandes sequías anómalas en el 2005 y el 2010; menos lluvia, periodos secos más largos y un déficit de agua en el suelo que es lo que realmente mata los árboles. Lo otro es que aparentemente el aumento en la concentración actúa como un fertilizante que hace que los arboles crezcan más rápido (hipótesis que es aún objeto de debate, aunque las evidencias les están dando la razón a los que creemos en ella)”.
Álvarez-Dávila es parte del equipo de Rainfor (Red Amazónica de Inventarios Forestales) desde 2004 “cuando participé en la primera expedición del proyecto en Colombia en el PNN Amacayacu”.
En 2009 el Jardín Botánico firmó un convenio con Leeds (desde donde se coordina el proyecto Rainfor) para incorporar 20 sitios de monitoreo en Colombia (en Chocó, Caribe, Andes y Amazonia).
Los datos de Colombia, aclaró, “no muestran resultados contundentes debido a que algunos bosques presentan ganancias de carbono y otros pérdidas. En general los datos son todavía deficientes en el sentido que hay muy pocas parcelas, la mayor parte tiene solo dos mediciones y para tener certeza de cómo cambia el bosque se requieren más de tres”.
Para calcular los cambios en el almacenamiento de carbono, los investigadores examinaron datos de 321 parcelas forestales, identificaron y midieron 189.000 árboles, y registraron la mortalidad, como también la aparición de nuevos en las parcelas desde la década de 1980.