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Desde hace 15 meses La Stoa Café llegó al parque Ciudad del Río. Es un pequeño carrito ubicado frente al Museo de Arte Moderno donde los emprendedores Isabella Betancur y Juan Andrés Betancur ofrecen distintos tipos de café fresco, los cuales preparan utilizando diferentes técnicas.
El concepto que manejan está especializado en filtrados. De esta manera es que logran una variedad de sabores que pasan por los dulces, salados, cítricos y amargos. Los métodos de preparación son cuatro: prensa francesa, moka italiana, aeropress (con presión para lograr acidez en las extracciones) y V60 para los amantes del café suave y nivelado.
Los cafés especiales que venden rotan cada semana, los traen de los municipios de Antioquia y otras regiones del país: del Huila, San Roque, Copacabana, Tolima, Fredonia, Gómez Plata, Nariño. Es una experiencia circulante, así la llaman, donde se “educan paladares” en cuestión de tomar café.
Para arrancar con el negocio necesitaron más de 6 millones de pesos, una inversión que se vio representada en la construcción del carrito, la compra del fogón, los primeros cafés, los vasos y los utensilios. Sus profesiones nada tienen que ver con el sector. Ella es psicóloga y él filosofo. Sin embargo, los motiva a hacer esto el gusto por el café y las ganas de emprender.
“Al inicio fue muy complejo, de hecho vinimos a despegar hace cinco meses, al principio era muy duro porque había días muy buenos, otros no tanto. Estamos en la calle, entonces el clima juega en contra o a favor, eran muchos factores los que nos ponían a dudar de seguir o no”, dice Isabella.
Pero ya lograron un punto de equilibrio. Una solidez que les permite tener mayor claridad sobre las cifras. Por ejemplo, al día pueden llegar a vender en promedio 100 vasos de café y en la parte de repostería unos 50 productos, aproximadamente. Las tortas son preparadas por la abuela y una tía de Juan Andrés, y los blondies los hace Rodrigo, un amigo.
Ellos son emprendedores y novios al mismo tiempo. Y como gran parte de los recursos para ellos sobrevivir dependen de este negocio, se pusieron metas: al mes deben vender mínimo 4 millones de pesos si quieren estar bien. En los últimos tres meses las ventas han aumentado esas expectativas: ha superado los 7 millones de pesos.
“Para el proceso primero debemos lograr temperatura del agua, que esté por encima de los 80 grados, después se precalienta el método, va el café, el agua y por último el tiempo de extracción. Todo es artesanal”, explica Juan Andrés, quien aprendió este oficio luego de trabajar en varios negocios especializados.
El nombre del negocio, La Stoa, hace referencia al punto de encuentro de los estoicos (filósofos griegos) en Atenas a principios del siglo III a. C. Y, precisamente, eso es lo que estos emprendedores buscan con su negocios más allá de vender vasos de café: crear un espacio de conversación en una plaza pública.
Tienen una clientela fija. Hay gente que llega desde diferentes barrios de Medellín solamente para disfrutar del café que ellos preparan. Los visitan, sobre todo los domingos, personas que vienen desde Rionegro o Bello.
Al hablar de roles dentro del emprendimiento, ambos hacen de todo. Los dos llevan la contabilidad. Sin embargo, Juan Andrés sí maneja más lo que tiene que ver con la apertura y el cierre del café, mientras que el punto fuerte de Isabella es la atención a los clientes y las estrategias. En las mañanas tienen una persona que los apoya en la preparación y venta.
Periodista. Hago preguntas para entender la realidad. Curioso, muy curioso. Creo en el poder de las historias para intentar comprender la vida.