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No necesitamos salvadores, necesitamos instituciones fuertes

Colombia no necesita un salvador. Necesita un proyecto democrático, con ideas claras, con acuerdos amplios. Si queremos salir del círculo vicioso, el primer paso es dejar de buscar redentores...

hace 17 horas
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  • No necesitamos salvadores, necesitamos instituciones fuertes

Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev

Colombia ha sido, por décadas, tierra fértil para los salvadores. Los que prometen limpiar la política con una escoba, refundar la patria desde cero o “poner orden” a punta de voluntad. Nos han vendido la idea de que todo se arregla si llega el líder correcto, fuerte, audaz, casi mesiánico. Alguien que “no le tiemble la mano” y que, de paso, desprecie al Congreso, a las cortes, a los medios, a los críticos. Ya lo vivimos con Álvaro Uribe, cuyo gobierno no tuvo problema en comprar congresistas para reformar un “articulito” de la Constitución que le permitiera reelegirse. Y hoy lo vemos con Gustavo Petro, que amenaza con constituyentes y decretazos cada vez que el Congreso o las cortes no le dan la razón.

El problema es que ya lo intentamos. Una y otra vez. Y lo único que ha dejado ese ciclo de caudillismo recargado es más polarización, más debilidad institucional y una ciudadanía frustrada, atrapada entre escándalos, promesas incumplidas y un país que no despega.

Hoy, desde distintos rincones del espectro político, esa tentación del salvador vuelve a aparecer. Unos con discursos de “revolución democrática” que en realidad desprecian los contrapesos del poder. Otros, con nostalgia de un “orden” que resultó en reelecciones amañadas, ministros repartiendo mermelada y pactos que atropellaban la ley con la excusa de la gobernabilidad. Se lanzan propuestas como cerrar el Congreso —como lo ha dicho sin pudor Daniel Quintero— o cambiar por completo el sistema tributario, como sugiere Vicky Dávila con su fórmula del 10-10-10: 10 % de IVA, 10 % de impuesto de renta a empresas y 10 % a personas. Una propuesta que pondría en riesgo la estabilidad macroeconómica del país y desfinanciaría al Estado.

Pero lo que necesitamos no es otro iluminado con micrófono. Lo que necesitamos es fortalecer las instituciones que dan equilibrio, transparencia y estabilidad. Necesitamos reglas claras, no decisiones caprichosas. Necesitamos gobernantes que respeten la Constitución del 91, no que sueñen con saltársela cada vez que algo no les gusta.

Gobernar es aburrido. Es administrar. Es negociar, escuchar, ceder, planear. No da muchos likes, no genera clips virales. Pero es lo que cambia vidas. Lo que salva hospitales, mejora la educación, protege la biodiversidad, garantiza derechos.

Colombia necesita jueces independientes, no subordinados al poder político. Necesita un Congreso que delibere, no que reciba órdenes desde una tarima. Necesita una prensa libre, aunque incomode. Y necesita una ciudadanía crítica que no se deje encantar por los atajos del autoritarismo disfrazado de eficiencia.

Muchos de los países que hoy envidiamos —los que tienen servicios públicos de calidad, justicia social y estabilidad económica— no llegaron ahí porque eligieron un caudillo carismático, sino porque construyeron instituciones sólidas.

Y sí, eso toma tiempo. Exige paciencia, constancia. Pero también exige que dejemos de aplaudir a quien promete arreglarlo todo solo. Porque nadie gobierna solo. Ni debe hacerlo.

Colombia no necesita un salvador. Necesita un proyecto democrático, con ideas claras, con acuerdos amplios. Si queremos salir del círculo vicioso en el que estamos, el primer paso es dejar de buscar redentores... y empezar a fortalecer la casa común que es nuestra democracia.

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