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Escapar de la ciudad

Y es que la carretera tiene el magnífico encanto de llamar a a gritos a quienes se aburren con la rutina.

hace 51 minutos
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  • Escapar de la ciudad

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

Las carreteras siempre han sido un pretexto en la literatura. Muchos escritores han construido obras estupendas utilizando como telón de fondo un recorrido cualquiera que puede durar un poco más de un mes, como el que hizo Julio Cortázar cuando partió de París hasta Marsella, o tres años como el que hizo Jack Kerouac por la mítica Ruta 66.

En esta época de viajeros frecuentes, cuando las carreteras envuelven los ojos de quienes las miran con sus colas de serpientes hasta volverlas dóciles o violentas, vale la pena elaborar rutas, preparar destinos, improvisar paradas, descubrir el país de la mejor forma: deteniéndose para observar lo que crece mientras se descuentan kilómetros y se le da otro sentido a la vida.

El mítico libro de la generación beat, “En el camino”, narra las aventuras vividas por Kerouac y un grupo de amigos cuando recorrieron en auto, Estados Unidos hasta llegar a México entre 1947 y 1950. Esos tres años consagraron aún más la Ruta 66, que en 1939 John Steinbeck había hecho famosa cuando publicó su novela “Las uvas de la ira” y le dedicó un capítulo a mostrar cómo era el paso hacia el oeste por la Ruta 66, que él mismo denominó “la carretera madre”, nombre que incluso hoy conserva así esté descatalogada. La obra de Kerouac tiene la suerte de mostrar una América real que no figura en los catálogos turísticos, tantas veces retocados, sobrepuestos e irreales.

En “Los autonautas de la cosmopista”, el libro que Julio Cortázar, “El Lobo”, vivió con su “Osita”, Carol Dunlop, cuando hicieron el viaje entre París y Marsella, es una interesante aventura que duró 33 días. Ese tiempo mágico a bordo de Fafner “El Dragón”, un Volkswagen T2A rojo, les permitió sumar anécdotas, amores, locuras, sueños colectivos, así al poco tiempo Cortázar hubiera tenido que terminar de escribir y editar solo su aventura ante la muerte de su “Osita”.

Y es que la carretera tiene el magnífico encanto de llamar a gritos a quienes se aburren con la rutina. Una autopista es una posibilidad de escape cuando las vías estrechas y congestionadas de las ciudades empiezan a enloquecer, a limitar. Por eso un país que recupera sus carreteras gana libertad, gana una voz seductora que sugiere a cada instante la huida, la reflexión sobre ruedas, la misma que, así sea cierta o no, le mostró el camino a García Márquez para entender de una vez por todas lo que sería “Cien años de soledad”.

Ahora, así como las carreteras, ofrecen aventuras, buenos recuerdos, también ofrecen peligros, son asesinas. Basta con recordar que Albert Camus murió en un accidente de tránsito cuando regresaba a París.

Próximas las vacaciones de fin de año, la consigna puede ser: Respira profundo. Escapa de la ciudad, construye un relato propio, no dejes de escuchar el llamado del camino.

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