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Exhortar impeliendo

Nos hemos demorado en entender que, sin enaltecer el rol del Maestro, sin apreciar su entrega, no habrá plan que funcione en el propósito de vivir en un país mejor educado.

20 de mayo de 2023
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Por Alejandro Noguera C. - alejandronoguerac@gmail.com

Cada quince de mayo se celebra en nuestro país el Día del Maestro, una fecha para recordar la labor de aquellas personas que dedican sus vidas y sus energías a la formación, no solamente de personas competentes, sino de buenos seres humanos. El origen histórico de esa celebración tiene que ver con un hito histórico del año 1950, año en el cual el Papa Pío XII decidió declarar a San Juan Bautista de La Salle como patrono de los educadores, en razón de su vocación incondicional en beneficio de los menos favorecidos, y de estructurar para ellos muchos de los primeros métodos educativos.

Hablar de Maestros implica una referencia a un nivel muy superior al de quien solamente practica la docencia, pues el verdadero Maestro es quien se involucra en su rol no desde la comprensión de éste como un oficio, sino como una misión de vida; y quien, desde ese llamado, le invierte lo mejor de sus capacidades a la formación de mejores individuos, todos los días, en todos los escenarios y de manera desinteresada.

No existe debate sobre lo que necesitamos en nuestro país que no toque el tema de la educación, y por esa via el de las tareas pendientes para “dignificar la labor docente”. Hablar de resultados en pruebas internacionales, de bilingüismo, de infraestructura educativa, por mencionar solo algunos ejemplos, se ha vuelto un lugar común en el que todos coincidimos cómodamente, pero en el cual no necesariamente todos aportamos. Hemos creído equivocadamente que el mejoramiento de la educación consiste en diseñar planes o programas o en mejorar las condiciones de los maestros, pero nos hemos demorado en entender que, sin enaltecer el rol del Maestro, sin apreciar genuina y sinceramente la manera como la inmensa mayoría entregan sus vidas por las de sus alumnos, y sin una contribución constructiva para que ejerzan mejor su rol, no habrá plan que funcione en el propósito de vivir en un país mejor educado.

Desconocía la historia de San Juan de la Salle, y algunos aspectos de su pensamiento que dieron origen a su impronta como educador. Pienso que si recordáramos activamente algunos de ellos, y nos decidiéramos a reivindicarlos, nuestra sociedad podría ser mucho mejor: instruir exhortando, exhortar impeliendo y guiar con diligencia y vigilancia son algunos de los elementos centrales de una filosofía pedagógica de la que podríamos derivar nuestras acciones nuevamente, para valorar el papel de los verdaderos Maestros y el de las buenas escuelas, y ponerlas en el centro de nuestro motor de desarrollo.

Es triste observar el deterioro que se ha presentado en relación con la visión que le damos al rol de los Maestros, y al de la mayoría de las escuelas. El manejo de la pandemia frente a los jardines y colegios refrendó esa mirada, mandándolos al ultimo lugar en la fila de prioridades. Todos debemos encontrar caminos para trabajar en volver cada colegio del país un lugar sagrado en el que se cultiva el mejor futuro posible, y en el que padres y maestros trabajamos juntos, de manera congruente y constructiva, por enaltecer los ideales bajo los cuales aspiramos que niños, niñas y jóvenes vivan sus vidas. .

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