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Por Fanny Wancier Karfinkiel - opinion@elcolombiano.com.co

Prejuicios

A quienes tienen prejuicios les recomiendo encarecidamente que los observen con detenimiento. Probablemente se darán cuenta de que no vale la pena gastarle ni un minuto a ideas precipitadas y autodestructivas.

23 de marzo de 2024
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Por Fanny Wancier Karfinkiel - opinion@elcolombiano.com.co

Todos los seres humanos tenemos una tendencia más o menos irrefrenable a opinar previa y desfavorablemente acerca de personas, lugares o grupos humanos que conocemos poco, no conocemos del todo, o no conocemos bien. Emitir opiniones previas desfavorables es tan natural que se nos olvida el inmenso daño que hacen.

Como la mayoría de nuestras acciones están motivadas por la búsqueda del placer, es probable que nos produzca placer colorear la vida propia oscureciendo la ajena. Quizá se trate de manejar el estrés, de perjudicar a otros deshaciéndose de la tensión interna para conservar un flujo de energía equilibrado.

Sea como sea, la información que atrae a quienes quieren robustecer sus prejuicios o estereotipos se sustenta en argumentos que no corresponden a la verdad sino a verdades a medias, a mentiras y ocurrencias u opiniones descontextualizadas. Se trata de un tema eminentemente emocional enlazado estrechamente con el inconsciente.

Los prejuicios están vinculados con las creencias adquiridas en el entorno, lo que sutil o inconscientemente aprenden los niños a corta edad, con lo prohibido o permitido en el hogar, generación tras generación. Asimismo, a la manera de procesar los pensamientos y comportamientos, al tono emocional y las conductas automáticas hacia las mujeres y los niños, a con quién nos relacionamos y con quién no, qué raza, religión, país o lugar nos gusta y cuál nos disgusta. Y por supuesto, a los medios de comunicación.

Con el fin de expandirse, los juicios desfavorables inconscientes utilizan las creencias religiosas, las afiliaciones políticas, las comunidades minoritarias, la raza, el sexo, las ideas en relación a la identidad de género, a lo feo y lo bello, a la forma de vivir y a la de morir. Cualquier asunto puede ser víctima del prejuicio.

Una de las causas más importantes de los prejuicios sociales, consiste en cuál es el grupo humano conocido por mí y los míos y cuál es el grupo humano extraño a mí y a los míos, sentido de pertenencia que a veces se manifiesta en la incapacidad de aceptar la diversidad en el mundo e incrementa la intolerancia a niveles inesperados sumamente destructivos.

De acuerdo a esta visión psicosocial, los prejuicios se originan de manera inconsciente en un contexto social repleto de creencias cuyos miembros las hacen propias desde temprana edad, primordialmente a través del hogar y de los medios de comunicación.

Por otra parte, si abrimos la puerta a una percepción trascendente, flexible y unitaria, tomaríamos consciencia de los lazos energéticos que se encuentran presentes en todas las relaciones humanas.

Sin embargo, el envenenamiento mental, emocional y espiritual que mora en las personas prejuiciosas modifica su realidad subjetiva haciéndoles creer que están separadas de lo que intentan y con frecuencia logran destruir. Deben saber que tarde o temprano la percepción errónea de sentirse separados de los demás les producirá un daño igual o mayor al que han ocasionado.

La visión trascendente de una realidad unificada tiene efectos constructivos a todo nivel, puesto que al cambiar las ideas cambia la forma de pensar, sentir y actuar en el mundo.

A quienes tienen prejuicios les recomiendo encarecidamente que los observen con detenimiento. Probablemente se darán cuenta de que no vale la pena gastarle ni un minuto a ideas precipitadas y autodestructivas.

¿Qué necesidad hay de estar “absolutamente seguros-as de algo que no se sabe”?

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Por Fanny Wancier Karfinkiel - opinion@elcolombiano.com.co

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