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Por Federico Arango Toro - fedearto@icloud.com
La confianza, concepto multifacético, constituye un valor fundamental tanto en lo individual como en lo social, siendo un componente profundamente esencial y necesario en la vida moderna. Es el mecanismo que permite que las interacciones ocurran de manera fluida y natural, dado que, según la RAE, confianza es “esperanza que se tiene de alguien o algo”.
A nivel individual la confianza es un valor que se da en las personas en diferentes grados, el cual en el agregado de una comunidad o país, se convierte en un bien público, crucial en la configuración de las relaciones, la convivencia, la eficacia de las instituciones, el desarrollo de los naciones, etc. Sin embargo, siendo bien público es prácticamente invisible en el funcionamiento social; no aparece en ningún balance ni presupuesto, tampoco en un renglón del PIB o en estadísticas recurrentes del DANE.
Tal invisibilidad hace que solo de vez en cuando aparezca alguna medición de ella, generando alivio o no según su resultado, pero pasando de nuevo e inmediatamente al olvido sin ningún plan de acción, mantenimiento o meta de mejora. Ella, en el día a día continuará nutriéndose de la percepción que cada individuo vaya teniendo, de forma casi que inconsciente, de las múltiples interrelaciones de toda índole que a diario se nos presentan en una sociedad hiperconectada.
Recientemente salió a la luz pública una medición de confianza en la cual Colombia presenta un grave déficit, con puntuales excepciones. Se trata del Barómetro de Confianza de Edelman, año 2025 (con trabajo de campo realizado en 2024), evaluándola en 28 países, con 1.150 encuestas en cada uno. Mide la confianza que la población tiene en sus gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales -ONGs- y medios de comunicación, a más de analizar diferentes aspectos en cada una de estas cuatro categorías. Tanto los indicadores como la tendencia que ellos presentan en lo que va del presente gobierno, causan preocupación que merecería espacio en el debate público de la actual campaña presidencial. Colombia, en el índice global de confianza arroja una valoración de 49 sobre 100, con lo que como sociedad somos desconfiados (1 a 49). Este índice global resulta de nuestra confianza en las Empresas (63), neutralidad ante las ONG (52), desconfianza hacia los Medios de Comunicación (44) y abierta desconfianza en el Gobierno (35).
El mal gobierno Petro, su discurso cargado de desinformación y agresiones, la procacidad de varios ministros y funcionarios, la abundancia de desafueros cometidos por quienes ocupan la casa de Nariño y otras dependencias gubernamentales, etc. han minado la confianza social. El daño es evidente, hace dos años las empresas marcaban 68, las ONG 57, el gobierno 40 y los medios de comunicación, foco permanente de delirantes ataques presidenciales, que estaban en 38 han subido a 44, tiro que le está saliendo por la culata.
Para destacar, la confianza en maestros (70) y en “mis jefes” (72); por el contrario, redes sociales apenas alcanzan 39, al tiempo que el 81% de las personas creen que los jefes gubernamentales nos mienten, con lo que nos irrespetan gravemente.
La confianza hay que cultivarla, y qué mejor oportunidad para que a partir del debate presidencial construyamos un compromiso de honor en torno a ella.