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En tiempos de desesperanza nacional, cuando la criminalidad empujaba a muchos a abandonar el país, ellos decidieron quedarse, apostarle a Colombia y trabajar con devoción en su negocio de comida tradicional en las carreteras de Antioquia.
Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
Hay personas que dejan huella sin proponérselo y que marcan un camino con su ejemplo. Ese es el caso de Jorge Jaramillo y Ruth Alzate, socios del restaurante El Rancherito. Fueron padres ejemplares, abuelos dedicados, amigos entrañables y trabajadores incansables, siempre comprometidos con el desarrollo de Antioquia hasta su último momento.
Su muerte trágica e inexplicable debe llevarnos a reflexionar sobre la calidad de las vías en Colombia, la necesidad imperiosa de cumplir las normas y los efectos devastadores de la corrupción estatal cuando las obras no se terminan o su mantenimiento es olvidado. Ojalá esta dolorosa pérdida sacuda a los tomadores de decisión y los obligue a actuar para salvar vidas.
Jorge y Ruth vivieron con valores sólidos: fueron emprendedores, solidarios, optimistas y alegres incluso en los momentos más difíciles del país.
Preservaron tradiciones que son sello del carácter antioqueño y apoyaron, con discreción, obras sociales como el asilo de Girardota y la Fundación Asdesilla. Promovieron con entusiasmo el caballo colombiano y el potencial agrario de la región. Emprendieron hasta el último suspiro.
En tiempos de desesperanza nacional, cuando la criminalidad empujaba a muchos a abandonar el país, ellos decidieron quedarse, apostarle a Colombia y trabajar con devoción en su negocio de comida tradicional en las carreteras de Antioquia. Cada día se esforzaron en brindar la mejor atención, en cuidar cada detalle y en contagiar alegría a quienes los visitaban. Fueron empresarios ejemplares, líderes cívicos y personas queridas por su carácter cálido, sencillo y hospitalario.
También fueron ciudadanos comprometidos: en lugar de quedarse en la crítica estéril, hicieron lo que estaba a su alcance para mejorar a Colombia.
Esta pareja deja un legado de laboriosidad, una familia sólida y aportes concretos al desarrollo regional. Los extrañaremos profundamente. Se fueron demasiado pronto, pero su huella permanece en esta tierra y en el corazón de quienes la habitamos.