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Por jIMMY BEDOYA RAMÍREZ - @CrJBedoya

Imaginación moral para un país fracturado

La seguridad empieza en la imaginación, se consolida en la corresponsabilidad y se sostiene en la dignidad.

hace 3 horas
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  • Imaginación moral para un país fracturado

Por jIMMY BEDOYA RAMÍREZ - @CrJBedoya

El país vive un momento en el que el debate público parece agotado. Hablamos de inseguridad, polarización o deterioro institucional, pero con los mismos argumentos repetidos desde hace años. Pareciera que nos acostumbramos a un país que se explica siempre igual, como si las violencias fueran parte inmodificable de nuestra identidad. En este escenario, vale recordar la idea planteada por Barack Obama en su discurso al recibir el Premio Nobel: las sociedades no son prisioneras del destino; pueden cambiar su rumbo cuando logran expandir su “imaginación moral”, es decir, la capacidad de ver más allá de la inmediatez y reconocer la dignidad humana incluso en medio del conflicto. Esa imaginación, lejos de ser un ideal abstracto, es hoy un requisito estratégico para Colombia.

Nuestra conversación pública sobre seguridad se ha deteriorado por exceso de simplificación. Seguimos tratando la seguridad como si fuera un fenómeno aislado, cuando en realidad opera en un sistema donde se entrecruzan cuatro dimensiones: la política-institucional, la socioeconómica, la de seguridad y convivencia, y la cultural-simbólica. Esta última —la narrativa nacional— es la que más incide en cómo interpretamos la violencia, en qué tanto confiamos en las instituciones y en si creemos, o no, que es posible transformar los territorios, y allí es donde el país ha perdido rumbo: hemos dejado que los relatos del miedo, la sospecha y la polarización definan el clima social.

El problema no es solo técnico. Es narrativo. Una sociedad que se repite que “nada cambia” termina actuando como si no pudiera cambiar nada. Esa profecía se vuelve una trampa colectiva que impide ver la evidencia disponible: la seguridad mejora cuando se combinan urbanismo estratégico, justicia rápida, prevención social, corresponsabilidad del sector privado y liderazgo coherente. Ciudades que han intervenido su espacio público, fortalecido la inteligencia territorial o activado alianzas interinstitucionales muestran resultados reales. Pero esas experiencias no se convierten en narrativa nacional porque el miedo ocupa todo el espacio.

Por eso la imaginación moral es tan relevante. No implica ingenuidad ni concesiones románticas; implica asumir la responsabilidad de mirar más allá del corto plazo y actuar con visión integral. Significa reconocer al otro —ciudadano, empresario, militar, policía, líder comunitario— como parte de la solución y no como enemigo ideológico. Significa entender que cada decisión de seguridad es también una decisión ética, porque define qué vidas se protegen, qué derechos se priorizan y qué futuro se construye.

Colombia necesita líderes capaces de unir las cuatro dimensiones del país, no de administrarlas por separado. Instituciones que recuperen su legitimidad, territorios que fortalezcan su resiliencia urbana y ciudadanías que vuelvan a confiar en proyectos colectivos. Nada de esto es posible sin una narrativa que nos movilice hacia adelante.

La invitación es simple: atrevernos a imaginar un país distinto. Recuperar una narrativa que no niegue las violencias, pero tampoco les entregue el poder de definirnos. La seguridad empieza en la imaginación, se consolida en la corresponsabilidad y se sostiene en la dignidad. Si cambiamos el relato, cambiamos el país.

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Por jIMMY BEDOYA RAMÍREZ - @CrJBedoya

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