Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
En Colombia existen muy buenas universidades. Lo son gracias a muchas décadas de inversiones, aprendizajes, y buena fortuna. Por supuesto que sería fantástico si existieran 10 más de ellas en regiones apartadas.
Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu
Desde su llegada al poder, el actual gobierno de Colombia se planteó una política educativa bastante ambiciosa. Uno de sus principales objetivos fue ampliar masivamente la oferta de educación pública terciaria a través de la construcción de nuevas universidades en municipios pequeños y aislados. Este objetivo se ha decantado en una estrategia llamada “Universidad en tu Territorio,” la cual cuenta con un presupuesto de más de cinco billones de pesos. Yo simpatizo con las motivaciones detrás de “Universidad en tu Territorio.” Crecí en un pueblo y tuve que irme a una ciudad para poder estudiar en una buena universidad pública. A pesar de esto, tengo profundas dudas sobre la efectividad de esta estrategia y quisiera reflexionar al respecto.
Mi mayor duda parte de los retos que implica construir desde cero las capacidades que se esperan de instituciones educativas de alta calidad. Para ilustrar estos retos, usaré un ejemplo de éxito que conozco de cerca, la Universidad de Stanford, el lugar donde trabajo. Esta universidad fue creada en 1885 por Leland y Jane Stanford, una pareja de millonarios que buscaban rendir homenaje a su único hijo, recientemente fallecido. La Universidad fue creada en el rancho de recreo de los Stanford en un punto remoto del norte de California. Los comentaristas de la época no podían creer que este excéntrico proyecto pudiera tener futuro. ¿Quién iba a querer estudiar en esta nueva universidad en medio de la nada? ¿Quién querría trabajar en una universidad completamente carente de prestigio? ¿Quién querría visitar una universidad a tantos días de viaje de la Costa Este, donde se concentraba la vida intelectual?
Un siglo y medio después, Stanford es considerada una de las mejores universidades del mundo. ¿En qué se equivocaron los comentaristas de la época? Diría que su error estuvo en subestimar tres elementos puntuales.
Primero, la administración de la Universidad realizó un esfuerzo extraordinario de atracción de talento que persistió por décadas. Mucho de este esfuerzo estuvo basado en ofertas salariales muy generosas, que se apalancaban en las redes sociales de los directivos originales y que implicaban grandes apuestas a áreas de investigación y figuras subestimadas en la academia americana del momento. Esto fue ignorado por los comentaristas de la época, quienes no pudieron ver que, a pesar de que buena parte de la creación de la Universidad implicó la construcción del campus, el verdadero esfuerzo fundacional estuvo en la edificación del aparato profesoral.
Segundo, los comentaristas de finales del siglo XIX no lograron anticipar el impulso que la Universidad recibiría gracias a sus alianzas con el Estado y el sector privado. En realidad, es solo luego de la Segunda Guerra Mundial que Stanford empieza a ser vista como una universidad de prestigio nacional. Esto fue, en buena medida, gracias al aprovechamiento de contratos y acuerdos militares con el gobierno americano. Estos, eventualmente, serían reemplazados muy exitosamente por una cooperación cercana con el sector privado, particularmente con el sector tecnológico.
Finalmente, y quizá este sea el elemento más importante que subestimaron los comentaristas de la época, Stanford disfrutó de la continuación del milagro económico californiano. California es quizá el episodio de éxito económico más grande de la historia. Para mediados del siglo XIX, era una de las regiones más remotas de las Américas. Hoy, es la economía subnacional más grande del mundo—si fuera un país sería el quinto más rico del planeta. Así, lo que parecía una universidad en medio de la nada, se convertiría en una universidad en el corazón de una de las economías más dinámicas del mundo.
¿Ahora, esto cómo nos sirve para pensar la política actual del gobierno de Colombia? Creo que nos ayuda a identificar la ausencia de algunos elementos esenciales para el éxito de esa difícil empresa que es crear una universidad duradera de alta calidad en la periferia.
Para empezar, la atracción de talento profesoral por parte de “Universidad en tu Territorio” no parece ser una prioridad, e incluso si lo fuera, hay pocas razones para pensar que se pueda hacer exitosamente. Los procesos de contratación en las universidades públicas colombianas están poco alineados con los mercados internacionales y los salarios de enganche son bastante bajos. Esto puede no ser muy grave para las universidades tradicionales en las grandes ciudades. El prestigio de ellas y la alta calidad de los estudiantes atraen a muchos profesores brillantes. Sin embargo, estos elementos parecen difíciles de ofrecer, al menos en el corto plazo, en estas nuevas instituciones en la periferia.
En segundo lugar, las alianzas con el sector privado son bastante lánguidas. Este ha sido uno de los grandes retos del sistema universitario público en el país. Los movimientos estudiantiles ven con suspicacia el involucramiento del empresariado en las universidades y las iniciativas Estado-Empresa-Universidad se han mostrado poco sostenibles en el largo plazo. Esto, de nuevo, solo se esperaría aún más problemático en las regiones más apartadas del país, donde el aparato productivo es más pequeño y está dominado por la informalidad.
Finalmente, es difícil anticipar que la periferia colombiana goce de mayor crecimiento económico en el corto y mediano plazo. Si algo, la tendencia es la opuesta. Además de la ininterrumpida migración del campo a la ciudad; la reducción en la fertilidad, aunque más tardía en las zonas rurales, prontamente será prevalente también allí, y lo que uno debería esperar es un campo cada vez menos poblado.
Siento que esto no solo debería hacernos reflexionar sobre la viabilidad de “Universidad en tu Territorio.” Debería también servirnos para reconocer el valor del sistema educativo actual. En Colombia existen muy buenas universidades. Lo son gracias a muchas décadas de inversiones, aprendizajes, y buena fortuna. Por supuesto que sería fantástico si existieran 10 más de ellas en regiones apartadas. Sin embargo, esto es algo bastante difícil de hacer, y en el esfuerzo por lograrlo se están alejando recursos para aquellas buenas universidades ya existentes. Y esto es preocupante si reconocemos la crisis que muchas de ellas enfrentan hoy. Aunque construir una gran universidad tome 100 años de esfuerzo y muchos golpes de suerte, unos cuantos años y algo de decisión seguramente basten para destruirla.