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Reviviendo nuestra historia

Sobre su féretro cayeron más espinas verbales que rosas. Se enardecieron los ánimos para las batallas dialécticas y los cruces de ironías e instigaciones.

hace 6 horas
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  • Reviviendo nuestra historia

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

Hace apenas ocho días un acongojado país presenciaba las exequias de Miguel Uribe asesinado por las fuerzas oscuras que cubren buena parte del territorio nacional. Se leían decretos, declaraciones, entre elocuentes y forzadas, para exaltar la vida de otra víctima de la intolerancia nacional. Y se hacían promesas, en un país exasperado y calenturiento, para la no repetición del fuego oratorio, así como propósitos de enmienda de buena parte de los actores que, con sus explosiones verbales, han contribuido a que la conciencia de la paz haya volado en pedazos.

Se hablaba de líderes políticos caídos, menores de 50 años, como Gaitán, Lara Bonilla, Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, José Antequera, Luis Carlos Galán y ahora Miguel Uribe. Se evocaba a Álvaro Gómez, asesinado en la edad otoñal. Otros se iban más atrás para recordar a Uribe Uribe, asesinado a hachazos en los albores del siglo XX, cuando cruzaba por los 55 años de edad. Y anterior a ese, siglo XIX, evocábamos al poeta y líder político, Julio Arboleda, muerto como Sucre en las montañas de Berruecos, a los 45 años de edad. La cosecha, amplia y amarga. La mayoría, asesinados en primavera.

El manto de la impunidad ha sido el sudario para cubrir cadáveres, pero no para tapar la historia de los caídos. Para todos se abrieron “exhaustivas investigaciones” y se prometieron castigos ejemplarizantes y severos. Juramentos oficiales de no descansar hasta dar con los asesinos y aplicarles con rigor los códigos penales. Sus autores, nunca temblaron de terror. Sabían que la ley nunca los cazaría para ponerlos entre rejas y que en Colombia el verbo prescribir se conjuga en todos los tiempos y lugares. La frazada de la impunidad se ha cosido y se sigue cosiendo y alargando para cubrir y sepultar el derecho de las víctimas. Todo no ha pasado de ser un sueño en horas de tinieblas.

Con la muerte de Miguel Uribe los buenos propósitos de hacer un alto en el camino para recomponer el lenguaje de la provocación y el revanchismo se reventaron prematuramente. No dejaron siquiera enfriar su cadáver. Sobre su féretro cayeron más espinas verbales que rosas. Se enardecieron los ánimos para las batallas dialécticas y los cruces de ironías e instigaciones. Cada combatiente interpretó el duelo y el dolor a su capricho para obtener réditos electorales. No hubo grandeza para entender lo amargo del dolor. En toda esta escenificación de esta violencia nacional no faltó desempolvar la vieja frase de que “pueblos que olvidan su historia esta condenados a repetirla”. Y más en la actual Colombia, que la sigue aplicando como tragedia diaria.

P.D.: Retumban aun varios de los 43 trinos hirientes de Petro contra Miguel Uribe: “¿Vas a llevar, Miguel Uribe, como tu abuelo, a diez mil colombianos a la tortura para frenar al pueblo? Ya no podrás, el pueblo se ha decidido”. Y este otro: “El nieto de un expresidente que ordenó la tortura de 10 mil colombianos hablando de ruptura institucional”. Esas instigaciones, sumadas a otras más contra Uribe Turbay, ¿darían pie para levantar un juicio por responsabilidad política en el magnicidio?

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