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Destrucción creativa con aroma floral

Con la nueva reforma laboral, que sube los costos, se acelerarán los modelos de innovación, destrucción creativa y de productividad tecnológica.

17 de octubre de 2025
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  • Destrucción creativa con aroma floral

Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com

El reciente Premio Nobel de Economía a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt reavivó un concepto central para entender la economía moderna: la destrucción creativa y la innovación, una idea —formulada originalmente por Schumpeter y profundizada por los nuevos laureados— explica cómo la innovación destruye lo viejo para dar paso a lo nuevo. En términos simples: el progreso no es un camino lineal de mejoras, sino una sucesión de reemplazos. Industrias enteras desaparecen para que otras florezcan.

En Colombia, pocas actividades encarnan mejor ese equilibrio entre tradición e innovación que el sector de las flores. Con más de medio siglo de historia, genera cerca de 200 mil empleos directos e indirectos, exporta a más de 100 países y convierte a Cundinamarca y Antioquia en vitrinas mundiales de productividad, orgullo y sostenibilidad.

Sin embargo, sus enormes aportes fueron despreciados cuando el ministro Armando Benedetti declaró que el sector no contribuye de manera significativa al empleo nacional, según Benedetti, “las exportaciones de flores más o menos dan por hectárea una sola persona, un solo lugar de trabajo”. ¿De dónde sacó esas cifras el ministro? Ni idea.

Asocolflores recordó que la floricultura es uno de los sectores más intensivos en mano de obra formal -más de 200.000 empleos formales- especialmente femenina, y que su impacto va mucho más allá de las cifras: impulsa infraestructura, tecnología verde, logística y bienestar rural. “Cada flor exportada lleva detrás una familia que vive de su cultivo”, respondió el gremio, con razón. Y con datos más ciertos, se podría afirmar que la floricultura colombiana genera, en promedio, 16 empleos directos, indirectos y formales por hectárea.

Las declaraciones del ministro no solo ignoran la evidencia, también subestiman el potencial de la innovación en el campo colombiano. Los cultivos florales han adoptado prácticas de economía circular, reutilización de aguas, energía solar y biotecnología. Son, de hecho, un ejemplo de destrucción creativa positiva: reemplazan prácticas ineficientes por procesos más sostenibles y competitivos.

La teoría de Aghion y Howitt es clara: las economías que no facilitan la reasignación de recursos —capital, talento, tecnología— ralentizan la destrucción creativa y terminan generando desempleo estructural. Quizás por eso el Nobel de este año llega en buen momento: recuerda que el crecimiento sostenible depende de quienes se atreven a innovar, con creatividad destructiva. En el último Índice Global de Innovación 2025, pasamos del puesto 61 al 71 entre 139 economías.

Con la nueva reforma laboral, que sube los costos, se acelerarán los modelos de innovación, destrucción creativa y de productividad tecnológica. Cuando los sectores intensivos en conocimiento y exportación son la excepción y no la norma, cada reforma que limite su capacidad de innovar y aumente los costos multiplica el riesgo de desempleo. No porque la innovación destruya empleos, sino porque el país no crea suficientes sectores nuevos que los reemplacen. El problema no es que haya sectores innovadores como el de las flores, sino que son demasiado pocos para sostener el empleo del futuro.

El camino ganador de la innovación no es despreciar a los sectores que la practican, sino crear las condiciones para que florezcan muchos sectores que apliquen la destrucción creativa.

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