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¿Y cómo avivar el optimismo si va a triunfar de nuevo un Felón que acaba de ser condenado por la comisión de 34 delitos que le impedirían presidir otra vez la primera potencia mundial?
Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com
El liderazgo mundial se mece entre la mediocridad y la felonía. Ni la injusticia, ni la pobreza, ni la violencia decaen. La ausencia de gobernantes capaces de hacer valer los valores de la civilización y la cultura es patética y desconcertante. Uno se pregunta de dónde llegará la ayuda que frene las tremendas amenazas inminentes. ¿Acaso invocar a extraterrestres que vengan de algún lugar de esta u otras galaxias a rescatar a los seres humanos y reconstruir la política y los gobiernos? ¿Más temprano que tarde la humanidad claudicará ante la fuerza desplazadora de la inteligencia artificial, para que sean los robots los que asuman los deberes a los que han renunciado los gobernantes?
¿Nadie, ninguna organización, puede hoy sofocar tantas guerras y el sacrificio infame de inocentes? ¿Qué esperanzas van quedando si la mentira, el engaño, el aprovechamiento delincuencial de la ignorancia, la ingenuidad y el servilismo de huestes lumpenizadas son comunes en todo el globo mientras se trapea con palabras como democracia, libertad, equidad y progreso que están volviéndose desuetas? ¿Y cómo avivar el optimismo si va a triunfar de nuevo un Felón que acaba de ser condenado por la comisión de 34 delitos que le impedirían presidir otra vez la primera potencia mundial?
La felonía se menciona por el jurado como el denominador común de los delitos cometidos por el exmandatario condenado. El Diccionario la asocia con traición, deslealtad, alevosía, infidelidad, canallada, perfidia, infamia, bellaquería. Los Felones crecen y se reproducen en abundancia. No son extraños para nosotros, ni aquí ni en el vecindario y en la lejanía. Colman a cada minuto las agendas informativas. Sus apellidos se repiten de modo empalagoso. Ha habido quienes llegan a admirarlos dizque porque, a pesar de todo, resultan geniales. Pero de una protervidad desmesurada. Se obstinan en competir por el campeonato universal de la maldad. Pero ahí siguen, porfiados y campantes.
Para la historia en español el célebre Rey Fernando VII de España, el mismo contra el que se rebelaron los patriotas granadinos y americanos, ha sido personificación de la felonía. El Felón, lo llamaron en su época. También se conoció como El Deseado. Dicen que era un sujeto mentiroso, traicionero, vengativo y carente de escrúpulos, además de absolutista. Discípulos del Felón hispano que vivió años en el exilio en Bayona mientras Napoleón se adueñaba de España con su hermano José Bonaparte, se multiplican hoy como clones de película de ciencia ficción por numerosos palacios presidenciales.
Eduardo Galeano no ha sido santo literario de mi devoción, pero leí en sus relatos de Días y noches de amor y de guerra una simple y ahogada frase dirigida al tirano paraguayo Stroessner: “Con la verdad hay que voltearlos a estos Felones”. Nadie se atreve. Se apoderan del poder para cometer toda clase de fechorías... en nombre de la paz, la justicia, la libertad, el progreso y la verdad. Los dejan gozar de su cuarto de hora.