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La vocación liberticida

Todos los autócratas de la historia han aborrecido la idea de la libertad. Es una palabra que no figura en sus diccionarios.

06 de mayo de 2024
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  • La vocación liberticida
  • La vocación liberticida

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Todos los autócratas de la historia han aborrecido la idea de la libertad. Es una palabra que no figura en sus diccionarios. Los fascistas de la derecha y la izquierda han exhibido una vocación liberticida. Llámense Gustavo, Pedro, Nicolás, Adolfo, Benito, Fidel o Augusto, el valor de la libertad les ha sido un espanto aterrador. No olvido a un compañero de la universidad de apellido Porras, expulsado de la célula radical que les quemaba incienso a Mao, a Fidel y a Lenin. Se le ocurrió una tarde hablar del concepto aristotélico de libertad y con eso bastó para que lo proscribieran, lo declararan persona no grata y cayera en desgracia. Ahí terminó su vida de activista brillante, por herético, traidor a la religión filocomunista.

En aquel entonces, cuando terminaban los sesentas del siglo pasado, empezaba a discutirse sobre el poder y la naturaleza de los medios de comunicación. Pravda e Izvestia consolidaban su dependencia del Partido Comunista y del Presidium del Soviet Supremo. Granma obedecía a su condición de vocero oficial de la Revolución Cubana, etc. La Unesco debatía sobre el orden mundial de la información y proclamaba en 1980 el Informe McBride y “un solo mundo, voces múltiples”. La libertad, como condición esencial del periodismo, estaba en cuestión en el planeta. Y en el ocaso de la centuria se ponía de moda la tesis del filósofo marxista francés Louis Althusser en Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Nueva derrota para mi amigo Porras, descabezado en su movimiento juvenil por la temeridad de hablar de la libertad y defenderla como atributo del periodismo.

Según Althusser, en síntesis los medios periodísticos son aparatos ideológicos del Estado. Es decir, servicios o instrumentos de difusión y propaganda, dirigidos desde el poder imperante, transmisores o reproductores de las verdades oficiales, de todos modos arrebatados al gran capital, a las clases dominantes y los grupos de presión, al negocio privado. La libertad, entonces, no se necesita. Reñiría con la obediencia al mandamás. Hablar de prensa libre es, por consiguiente, una necedad. Vale tanto para los déspotas, tiranos y autócratas de la derecha como de la izquierda. Así como a Porras lo echaron de la célula estudiantil en que se ilusionaba con sobresalir cuando cometió la equivocación fatal de hablar de libertad, así también se persigue, acosa, perfila, proscribe y descabeza a los que piensen que ideología y libertad son compatibles. Nada de eso.

Lo anterior explica el porqué del temor que se manifiesta en la actualidad entre los defensores de los principios libertarios cuando se oyen o leen amenazas veladas, invectivas venenosas, advertencias para los que se atrevan a oponerse a regímenes autoritarios, prevenciones de censura, etc. En España se agita el tema en estos días, con motivo de la decisión del presidente de quedarse en el cargo. En Colombia, ni se diga. Por ahí parece que ronda la vocación liberticida. La misma que, guardadas las desproporciones, borró y aniquiló la militancia ideológica del compañero Porras.

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