Cada día que pasa la imagen y los resultados institucionales se deterioran. La imagen del Legislativo, Judicial y Ejecutivo se arrugan y gangrenan. ¿Cómo aguantan tanto desprestigio? Y lo peor es que hacen poco esfuerzo para levantar su estropeada imagen. Parecería que cierto fatalismo ahogara la institucionalidad colombiana para conformarse con la tragedia que ya se asemeja a la griega, dado el conflicto entre el hombre, el poder y las pasiones.
Santos, cabeza del Ejecutivo, ha dilapidado su capital político con un proceso de paz cada vez más contradictorio para el país sensato. Cree que sin modificaciones al acuerdo logrará la paz. No se detiene a pensar hasta dónde puede ceder para no degradar al Estado y a la sociedad. Oscila entre la ingenuidad...