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Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co
En sus clases de historia económica de Colombia y en conferencias sobre el tema, mi amigo, el historiador Gilberto Ramírez Espinosa suele hacer el ejercicio de preguntar al auditorio el nombre de los cinco presidentes más destacados al entender de cada cual. Nunca o rara vez sale entre los seleccionados el de Carlos Eugenio Restrepo, presidente entre 1910 y 1914.
Nada sorprendente, comenta Ramírez, pues se trata del menos intervencionista de todos los presidentes que en nuestra historia han sido. Probablemente el único que trató de que el gobierno se centrara en sus funciones básicas – seguridad, defensa, justicia- y el único que buscó, y obtuvo, el equilibrio presupuestal, bajo la mano firme de su ministro de Hacienda, el aún más ignorado, Tomás Oziel Eastman.
Nacido en 1865 en Marmato, cuando esta famosa localidad aurífera de Caldas hacía parte del Estado Soberano de Antioquia, Eastman será uno de los primeros egresados de la Universidad Externado con una tesis titulada Esfera de acción del gobierno, en la cual expone los argumentos teóricos y empíricos que lo conducen a reiterar sin ambages la tesis del liberalismo clásico sobre la función del gobierno:
“...su objeto no es otro que dar seguridad, esto es, garantizar los derechos de todos, impidiendo que los individuos se dañen los unos a otros y que vuelva a trabarse la lucha por la vida en su forma material”.
Eastman será profesor de su alma mater, abogado litigante en Bogotá, empresario minero en Marmato, banquero y prolífico columnista de Colombia: revista semanal, semanario fundado en Medellín por su amigo Carlos E. y otros miembros de la Unión Republicana, movimiento que se opuso exitosamente a la dictadura de Reyes pero que fue incapaz de ser, como era su propósito, alternativa política duradera a los partidos liberal y conservador.
Gilberto Ramírez ha rescatado del olvido parte de la producción intelectual de Eastman publicada en la mencionada revista, así como su tesis de grado y su Informe del Ministro de Hacienda al Consejo de Ministros de 1911, que condensa con singular finura las ideas de una Hacienda Pública verdaderamente liberal.
De ahí sale esta espléndida cita que parece extraída de un texto de Hayek:
“Nada hay tan incómodo y poco amable como un gobierno puritano en materia de Hacienda; nada tan fácil, tan popular ni tan simpático como un gobierno rumboso y progresista, esto es, que haga llover los auxilios y subvenciones, que celebre contratos productivos y que distribuya muchos empleos con buenos sueldos, aunque eso vaya contra la ley, ponga en bancarrota el Fisco, haga imposible el cumplimiento de los compromisos contraídos y sangre profundamente a los míseros contribuyentes. El gobernante que quiera hacerse popular, no tiene más que hacer sino convertir el Estado en una gran casa de beneficencia; y si quiere conquistar la nota de hacendista hábil, cuasi milagroso, quíteles a los trabajadores una gran parte de lo que producen y redistribúyala entre las clases parasitarias. Apenas hay quien eche de ver que es ilícita la generosidad con el dinero ajeno”